Después de pensarlo, Ellen decide contarle algo a Caleb.
Siente que le debe una explicación que justifique su comportamiento. Y también siente que puede confiar en él.
—Creo que es por algo que le pasó a una amiga —empieza a decirle—: Ella quiere olvidarlo, pero yo no puedo hacerlo.
—¿Buscas venganza? —le pregunta Caleb. Y Ellen tarda unos segundos en responder.
—Sí.
—La venganza más cruel es el desprecio de toda venganza posible, dijo Goethe. Espero que no creas que vengarte va a hacer que te sientas mejor, porque no lo vas a conseguir.
—Solo quiero dar una lección, demostrar que... Es una forma de hacer justicia. La venganza es la justicia del hombre salvaje, dijo Epicuro.
—Ya, pero tú no eres salvaje. Por eso, no ibas a conseguir sentirte mejor, sino todo lo contrario.
Ellen se queda un momento pensando. Puede que Caleb tenga razón, además, ya no tenía tantas ganas de vengarse de lo que le ocurrió a Laia. Ese brote de ira que había sentido, sospechaba que no tenía nada que ver con su amiga, pero decide seguir contándole esa historia a Caleb. Aunque, en realidad, él sospecha que Ellen se está refiriendo a ella misma, y que ha utilizado ese fácil recurso de fingir que está hablando de lo que le pasó a una amiga.
—Lo peor es que mi amiga se siente culpable por lo que le ocurrió, y eso me enfurece todavía más.
—¿Sabes que la sensación de culpabilidad no desaparece con la venganza? —le pregunta Caleb, y sin dejarle responder, añade—: Vengarte por lo que te... por lo que le ocurrió a tu amiga, no hará que se sienta menos culpable, sino todo lo contrario.
Se quedan en silencio y se cruzan sus miradas. Ellen no puede evitar sonrojarse y de inmediato baja la vista hacia el suelo.
—¿Por qué crees que se siente culpable? —le pregunta Caleb.
—Porque..., porque ella quería que pasara. No que pasara tal y como ocurrió, pero... Es complicado.
Ellen quiere dar por finalizada la conversación. Se da la vuelta, para ir a por su bolsa y marcharse de allí. Pero una nueva pregunta de Caleb hace que se detenga:
—¿Sabes por qué te confundieron con una prostituta aquella noche? —Ellen se gira, pero no contesta—: Porque siempre que voy acompañado a ese bar es de una prostituta. Y no, no es porque utilizo sus servicios. Es porque me piden ayuda para sacarlas de una situación... complicada.
—¿Qué quieres decir?
—Algunos hombres creen que pagar por tener sexo con una prostituta les confiere una serie de derechos sobre ella. No las tratan con respeto, porque piensan que no lo merecen, si ofrecen sexo a cambio de dinero. Pero en realidad son ellos mismos quienes se desprecian, y pagan ese desprecio con las prostitutas. Algunos hombres se vuelven violentos, agresivos. En algunos casos, las chicas pueden localizarme y las ayudo a salir de esa situación.
—Hijos de puta... ¿Les das una paliza?
—No. Eso lo hice una vez. Me ensañé con él. Y te aseguro que eso no hizo que me sintiera mejor.
—Al menos, conseguirías que se le quitaran las ganas de volver a actuar de esa forma.
—Durante una larga temporada, sí. No podía moverse. Pero no sé si al cabo del tiempo volvió a hacerlo. La satisfacción de haber podido ayudar a aquella mujer se vio eclipsada por la sensación de culpabilidad que tuve durante mucho tiempo por lo que le hice a ese hombre. Por eso, sé que la venganza no es la solución.
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El entrenador
Teen FictionEllen se toma la justicia por su mano, cuando su mejor amiga le cuenta que lo que vivió con dos universitarios, en una fiesta, no fue una relación sexual consentida. Decide contratar los servicios de Caleb, un joven experto en artes marciales y otra...