—Había bebido demasiado, Ellen, y él estaba allí, diciéndome lo guapa y sexy que estaba, que quería pasar la noche conmigo... —Laia rompe a llorar desconsolada.
—Tranquila, Laia, shhhh —Ellen intenta calmarla —: Y ¿qué pasó? ¿Te obligó?
—No, no... Yo quise ir con él. Fui a su casa, quería estar con él. Pero luego apareció el otro y...
—¿Quién?
—Un amigo suyo. Me dijo que sería más divertido, pero... no lo fue.
Laia sigue llorando y Ellen la consuela. Espera a que su amiga se desahogue, mientras la sigue meciendo en sus brazos. Al cabo de unos minutos, Laia le cuenta todo lo ocurrido.
Laia en principio no aceptó acostarse con ese desconocido, aunque al parecer, era la condición que Jared le ponía para que luego pasara la noche con él. La invitaron a un par de copas más. Ella ya estaba bastante borracha, pero también nerviosa y pensó que el alcohol le ayudaría a calmar los nervios. Quería estar con Jared, lo deseaba muchísimo, así que empezó a barajar la posibilidad de acostarse con el otro chico. Quizás no fuera algo tan malo. Estaba excitada, solo sería sexo y a ella le apetecía tener sexo. ¿Cuál era el problema? Ya no era una niña, sabía lo que estaba haciendo, nadie la estaba obligando. Era su decisión.
Pero cada vez estaba más mareada y no se encontraba muy bien. Eso le hizo tener un momento de claridad y darse cuenta de que, aunque quería estar con Jared, tener sexo con un desconocido no le motivaba. Ni siquiera su amor platónico desde hace tantos años, valía la pena por sucumbir a algo que no quería, por hacerla sentir tan humillada.
—No quería hacerlo, Ellen.
—¡Tienes que denunciarlo!
—¡No puedo!
—¡Tú no querías! —insiste Ellen.
—¡Pero lo hice!
—¡Te obligaron, Laia!
—Fui allí por mi voluntad.
—¡Porque querías estar con Jared, no ser su juguete ni el de sus amigos! —Ellen está cada vez más furiosa y le duele ver a su amiga en ese estado —: ¡Tienes que denunciar!
—No, Ellen, no voy a hacerlo —Laia empieza a calmarse y ahora es ella quien trata de calmar a su amiga—: Sé que estás preocupada por mí, pero es culpa mía.
—¡No es culpa tuya! ¡Es lo de siempre! ¡Cada uno pone sus propios límites! Tú accediste a ir con Jared, pero no querías entrar en su juego.
—¡Pero lo hice!
—¡¡Se aprovecharon!! ¡Estabas borracha! ¡Nadie tiene derecho a abusar del cuerpo de otra persona si no está en plenas facultades para reaccionar! ¡Te obligaron! ¡Te forzaron!
Laia baja de nuevo su cabeza, avergonzada. Y a pesar de que Ellen intenta convencerla de que denuncie, Laia se niega. No quiere entrar en una batalla legal, que pueda tener consecuencias negativas para ella. Insiste en que quiere aprender la lección, que no permitirá que el alcohol vuelva a mermar su voluntad, pero que no va a denunciar. Solo quiere olvidar y dejar de sentirse como una estúpida.
—Ahora que te lo he contado, me siento mucho mejor. Gracias, Ellen.
—Me alegro de que te sientas mejor, Laia, pero ellos deberían pagar por lo que han hecho. No podemos dejar que esto se quede así.
—Fue un error, Ellen, y ya he aprendido la lección.
Después de contarle lo sucedido, Laia se siente más tranquila, aunque eso no hace que Ellen lo esté. No se conforma con eso, quiere dar una lección.
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El entrenador
Novela JuvenilEllen se toma la justicia por su mano, cuando su mejor amiga le cuenta que lo que vivió con dos universitarios, en una fiesta, no fue una relación sexual consentida. Decide contratar los servicios de Caleb, un joven experto en artes marciales y otra...