Cap 26. Perdóname

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Ellen acaba de hacer su declaración en comisaría. A pesar de ser un trámite incómodo y duro, poner la denuncia no es lo que provoca ese dolor intenso y pesado en su pecho.

Finalmente, ha decidido no mencionar nada de Jared  y no para de preguntarse qué ha determinado su decisión. 

Por un lado, quiere convencerse de que no habría pasado nada, de que no habría continuado, que no había querido violarla. Todavía no acaba de creer todo lo que ha sucedido y un sentimiento de culpabilidad le vuelve la mente todavía más turbia, más confusa.  Y su rabia aumenta al reconocer ese viejo sentimiento de culpa.

Está sentada sobre una bancada de sillas, después de firmar su escueta y directa declaración, esperando a que Cristal y su hermana terminen la suya. Ha querido esperarse para ofrecerle su apoyo moral y su ayuda profesional. Pero cuando la chica deja el bolígrafo sobre el mostrador, se gira hacia su hermana y se pone a llorar sobre su hombro. 

Ellen se levanta, pero no se mueve, y la expresión del rostro de Cristal le hace entender que no es el momento para acercarse a ellas. Mientras se van, abrazadas, Cristal le hace con un gesto que la llamará y, dentro del todo el maremagnum de emociones que está sintiendo, identifica una que le reconforta, provocada por saber que ha podido ayudar a que ese malnacido pague por su maldad.

Ya ha terminado su misión allí, pero en lugar de marcharse, vuelve a sentarse en la silla, apoya los antebrazos sobre sus rodillas y baja la mirada al suelo. Al cabo de unos segundos, unas voces conocidas le hacen levantar la cabeza.

—Pero esto no tiene nada que ver con mi padre.

—Tu padre es el dueño del local, y yo solo intento ser precavido.

Su hermano Dan, acompañado de Laia, cruza la sala, a unos metros de donde Ellen está sentada, sin que se percaten de su presencia. 

—Hola, Paco, gracias por llamarme —le dice Dan a un agente, estrechándole la mano—, ¿qué ha pasado?

Ellen se incorpora y se acerca hacia ellos, antes de que crucen a otra estancia, donde el agente les ha invitado a pasar.

—¡Eh! ¿Qué hacéis aquí?

Laia y Dan se giran sorprendidos. En el rostro de Laia se muestra la sorpresa con mayor claridad y contundencia.

—¡Ellen! Lo mismo te pregunto yo —le dice su hermano.

—¿Esto es una encerrona o algo así? —pregunta Laia, molesta.

—¿Encerrona? —pregunta Dan, sin entender.

—Laia, déjame hablar contigo, por favor —Ellen se acerca hacia ella, pero Laia la aparta de un empujón.

—Eh, eh... Tranquila, ¿qué pasa?

—¡No quiero hablar con ella! —grita Laia, y dirigiéndose a Dan, mientras se encamina hacia la salida, añade—: Y si me has traído aquí por eso...

—¿Qué pasa? No sé de qué... ¡Espera, Laia! —Dan intenta seguirla, pero esta le hace un gesto con su mano y sigue andando airada. Luego mira a su hermana y le pregunta—: ¿Qué significa todo esto?

—Ya te contaré —le dice Ellen, mientras sale corriendo tras su amiga—: ¡Laia, espera, por favor!

—¡Que me olvides! —le grita Laia, sin dejar de andar. 

—Laia, por favor. He venido a poner una denuncia contra un maltratador. Y todo ha ocurrido en el Luna. Estaba Jared...

Esas palabras hacen que Laia se detenga y se gire hacia Ellen, con el ceño fruncido.

El entrenadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora