A Ellen le sorprende recibir un mensaje de Caleb, en el que le informa de que cancela los entrenamientos hasta la semana próxima, ya que ha tenido que salir de la ciudad. Le pide disculpas y le aclara que recuperarán esos días.
A pesar de que, en un principio, le molesta esa noticia, luego piensa que es lo mejor. En primer lugar, porque sus músculos agradecerán ese descanso, y en segundo lugar, porque ella también agradecía que pasaran unos días antes de volver a encontrarse, tras el extraño momento que habían vivido en el último entrenamiento.
Durante los siguientes días, Ellen se vuelca en el trabajo, intentando llenar esa sensación de vacío que había dejado la marcha de Caleb.
El viernes, cuando está a punto de salir de la oficina, recibe una llamada, que la deja algo desconcertada. Una mujer, que no quiere dar su nombre, le hace una serie de preguntas, que a Ellen le hacen sospechar que hay algo más detrás de esa llamada.
La chica se presenta como una estudiante de periodismo, que está haciendo un trabajo de investigación. Quiere saber cómo se tramitan los casos de malos tratos.
—Si quieres, podemos concertar una cita y hablamos en persona —le propone Ellen.
—Ah, no, gracias, no es necesario. Con tener un poco de información, me basta para hacer el trabajo.
Empieza a preguntarle por datos de condenas en los últimos años, de la duración de los procesos legales, de la protección de las víctimas... Pero hay una pregunta, por la que Ellen vuelve a insistir en verse:
—Si una mujer acepta tener relaciones sexuales con un hombre, pero durante el acto, ella sufre lesiones cuando él se sobrepasa ¿es suficiente para presentar una denuncia por violación o por malos tratos?
—No puedo responder a esa pregunta de manera generalizada —responde Ellen— pero podríamos vernos para que me contaras más detalles sobre ese tipo de relación, qué tipo de lesiones sufre la mujer, si había algún hecho atenuante...
—Es que vivo muy lejos, no es posible que nos veamos —le interrumpe la joven —:Pero con todo lo que me ha dicho, tengo suficiente para...
—Habría que estudiar el caso, pues lamentablemente, se producen situaciones así más de lo que pensamos. Hemos defendido a mujeres que han pasado por algo similar. Mujeres que no se atrevían a poner una denuncia, que se sentían culpables por lo sucedido. Pero ninguna persona puede forzar a otra a hacer lo que no quiere, y menos aún si se producen lesiones por ello. Te puedo dar más ayuda..., o más información, si lo necesitas.
—Gracias, eres muy amable. Ya me has ayudado. Hasta luego.
—¡Espera! Te voy a dar mi teléfono, ¿vale? Y si necesitas que te ayude un poco más, me llamas, ¿de acuerdo? Anota.
Ellen le facilita el número de la línea que tiene contratada para asuntos profesionales y le vuelve a insistir en que contacte con ella, para lo que necesite. Está convencida de que esa chica ha utilizado la excusa del trabajo de clase, para conseguir información sobre un caso, que posiblemente le haya ocurrido a ella misma.
De camino a casa, decide llamar a Laia para saber cómo está. Sigue preocupada por ella y sabe que le está ocultando algo. Cree que el cambio de actitud de su amiga está relacionada con lo que le ocurrió con Jared, algo de lo que sigue negándose a hablar. La única vez que sacaron el tema fue la otra noche, donde Laia insitió en decirle que ya lo había olvidado, que total, estaba demasiado borracha como para recordar los detalles y que lo único que quería era no volver a pensar en ello, ni en él. Terminó la conversación diciendo que, quizás, necesitaba que pasara algo así, para que ella dejara de idealizarlo y pasar página, pues llevaba demasiado tiempo obsesionada y encaprichada con ese estúpido enamoramiento.
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El entrenador
Teen FictionEllen se toma la justicia por su mano, cuando su mejor amiga le cuenta que lo que vivió con dos universitarios, en una fiesta, no fue una relación sexual consentida. Decide contratar los servicios de Caleb, un joven experto en artes marciales y otra...