Cap. 9 Otra oportunidad

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A los pocos metros, Ellen lo pierde de vista, pero se da cuenta de que se encuentra muy cerca del local de Caleb, lo que le hace pensar que, como había sospechado, era él ese motorista. 

Decide aparcar junto al callejón de la entrada, pero el recuerdo de la noche que fue atacada, le hace pensarse dos veces salir del vehículo. Para el motor y se queda mirando hacia el oscuro callejón. Hace el amago de abrir la puerta, pero se detiene. 

Vuelve a mirar su vista al frente y cuando se dispone a arrancar el motor, se sobresalta al ver una figura junto a su ventanilla. Caleb, con el casco en una mano, da unos golpecitos sobre el cristal con la otra:

—¿Sigues a todos los que te dicen que tienes unas piernas bonitas? —le dice, con una pícara sonrisa.

—Sabía que eras tú —contesta Ellen, bajando la ventanilla.

—¿Y has venido hasta aquí, para...? 

—¿Estabas en la fiesta del puerto? —le pregunta Ellen, pero antes de que él responda, empieza a sentir de nuevo un mareo. Baja la cabeza y cierra los ojos, esperando que se le pase. La piel de su cara palidece y Caleb le pregunta:

—¿Te encuentras bien? ¿Ellen...? —Caleb abre la puerta al ver que Ellen no le contesta. El sudor empieza a empapar su frente.

—Estoy... Es solo un... —balbucea Ellen, sin terminar de recomponerse. Caleb la sujeta por los hombros e intenta sacarla del coche.

—Sal, toma un poco de aire.

Ella se levanta con dificultad, con la cabeza agachada todo el rato, luchando por no perder el conocimiento de nuevo. Pero, en cuanto se pone de pie, las piernas se le aflojan y deja caer su cuerpo sobre el de Caleb, quien la sujeta y, con un rápido movimiento, la levanta y la coge en brazos.  Cierra la puerta del coche con el pie y la lleva hacia su local. Poco antes de llegar, Ellen recupera de nuevo la consciencia y se baja de sus brazos.

—Ya estoy bien... —dice en un susurro.

—Apenas te tienes en pie —le dice Caleb y sin dejar de sujetarla con un brazo, con el otro abre la puerta y la invita a pasar—: Anda, entra y toma un poco de agua.

Busca un taburete, que apoya en la pared y la ayuda a sentarse en él. No sabe de dónde, Caleb saca una botella de agua que le ofrece para que dé un trago. 

—¿Qué te ha pasado? ¿Estás bien? —le pregunta, después de que Ellen beba y empiece a recuperar algo el color de piel.

—No he comido nada en todo el día... Solo necesito descansar.

—Y comer algo...

—Sí, en cuanto llegue a casa. Gracias —dice Ellen, poniéndose de pie. Todavía se siente algo mareada, pero se levanta con la intención de marcharse.

—¿Seguro que estás bien? No creo que sea conveniente que conduzcas en estas condiciones.

—No estoy borracha, solo un poco mareada.

—Lo sé, pero es arriesgado que pierdas el conocimiento estando al volante, ¿no te parece?

Ellen sabe que tiene razón, pero quiere marcharse. No quiere responder a la pregunta que le ha hecho antes, y que seguramente le repetirá, sobre para qué ha ido hasta allí, porque tampoco sabe realmente el motivo. Ha pensado en él esa noche, cuando se encontraba en esa situación comprometida con Jared, y también le había parecido verle en la oscuridad, cuando estaba vomitando y quizás, cuando el motorista se había parado junto a su coche, había tenido la intuición de que era él. Pero, por qué le había seguido, realmente no lo sabía. Tal vez quisiera pedirle una nueva oportunidad para que fuera su entrenador.

El entrenadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora