Ya en casa, Ellen se prepara un sándwich, se sienta en el sofá y, mientras cena, pone la tele y va cambiando de canal, sin que haya nada que consiga distraerla.
Finalmente, decide conectar la música y, después de cenar, quedarse tumbada sobre el sofá, mirando el techo e intentando poner todos suspensamientos en orden.
A los pocos minutos, llega Laia, bastante bebida.
—¡Ey, amiga! ¡Cuánto tiempo! ¿Hoy no tienes gym?
—Es sábado...
—¡Uy, es verdad! No sé en qué día vivo...
—Ni tampoco sabes cuánto has bebido, ¿verdad? —le pregunta Ellen, con cierto retintín. No quiere ponerse en el papel de madre, pero realmente le preocupa la afición que sigue teniendo Laia por el alcohol.
—Solo unas copas...
—¿Has ido a alguna fiesta? Vuelves pronto, ¿no?
—Sí, bueno... es que no era tan divertida como esperaba —Laia se tambalea y se deja caer en el sofá, junto a Ellen, quien nota un olor extraño, una mezcla de alcohol, colonia de hombre y jarabe de fresa.
—¿Has estado con alguien?
—¿Si he estado con alguien? ¡Qué pregunta es esa, chica! —dice, soltando una risotada—: ¿Quieres saber si me he tirado a alguien? Puesss sí, lo he hecho. Y tú deberías hacer lo mismo, querida, ¿desde cuándo no follas? Hace tiempo que no te veo con nadie... Solo trabajo, trabajo..., y del trabajo al gimnasio, y luego al trabajo, trabajo... La vida es corta, amiga, y tienes que divertirte. Yo te puedo presentar a algunos tíos que están bastante bien, ¿sabes? Son perfectos para una noche. Un poco de sexo y ¡hala, hasta luego! Sin compromisos, sin preocupaciones, sin pensar en si te llamará, si le gustas... Porque tú vas a lo mismo que ellos, a por sexo.
Ellen la escucha balbucear, soltándole ese discurso que ni siquiera cree que está dirigido hacia ella, sino que Laia lo está repitiendo en voz alta, para convencerse a sí misma.
—¿Estás bien, Laia? ¿Qué te pasa?
—Pues claro que estoy bien. A mí no me pasa nada. ¿Por qué tendría que pasarme algo? Solo quiero divertirme, eso es. Las tías nos complicamos mucho la vida, ¿sabes? Nos han enseñado mal. Nos hablan de los sentimientos, del amor verdadero... ¡chorradas! A la gente solo le interesa el sexo. Y ya está. ¿Para qué buscar el amor? ¿Para que luego, el chico del que te enamoras se vaya a follar con otras? Para eso que folle contigo, ¿no? Pero no le hables de amor, no. Solo de follar. Así funciona el mundo. Y tú tienes que follar, amiga.
—Laia, ¿todo esto es por Jared?
—¿¡Por Jared!? ¿Jared? —Laia exagera la pregunta —: ¿Quién es ese? ¡Aaah sí, un gilipollas al que el amor le corta el rollo! Follar sí, pero nada de amor, por favor.
—¿Es que le dijiste lo que sentías por él? ¿Aquella noche, cuando...?
—No quiero hablar de eso, Ellen —Laia se incorpora del sofá enérgicamente—: No quiero hablar de Jared, ¿vale? No sé quién es Jared. Me voy a la cama.
—Espera, Laia... —Ellen también se pone de pie y la sigue. Quiere saber más, quiere hablar con Laia. O mejor, quiere que Laia le cuente algo más, que le diga cómo se siente, que le cuente lo que pasó aquella noche.
—Me voy a la cama, Ellen. No quiero hablar más. Me duele la cabeza...
—Pero estás muy rara... Habla conmigo, cuéntame qué...
—Buenas noches. Estoy bien. Déjame, ¿vale? Buenas noches.
Laia se mete en su habitación y cierra la puerta tras de sí. Ellen se queda un instante allí plantada, decidiendo si seguir insistiendo o intentar volver a hablar con ella por la mañana. Al final, opta por la segunda opción.
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El entrenador
Novela JuvenilEllen se toma la justicia por su mano, cuando su mejor amiga le cuenta que lo que vivió con dos universitarios, en una fiesta, no fue una relación sexual consentida. Decide contratar los servicios de Caleb, un joven experto en artes marciales y otra...