El rayo de sol de la mañana chocó con mi rostro, era hora de ir a la escuela.
—Despierta —soltó mi madre, buscando mi uniforme—. ya van a dar las 7 y todavía no estas listo.
—Ya voy —dije mientras me levantaba.
Me estiré, me levante, me dirigí al baño, me lave la cara y me mire por un segundo en el espejo.
Busqué mi uniforme y me lo puse, me peiné, cepille mis dientes.
—El desayuno está listo —dijo mi madre desde la cocina.
Me dirijo a la cocina y me senté en la mesa, el desayuno estaba delicioso, terminé lo más rápido posible para no tener que llegar tarde a clase.
Desde que tengo memoria mi padre siempre ha sido mi transporte a la escuela porque a mí madre nunca le agradó la idea de mandarme solo, ya estaba en el último año de la primaria, ya faltaba poco para mi graduación para luego comenzar la secundaria y estaba muy ansioso.
Fui por mi bolso y escuche mi padre encender el auto, era señal para que mi hermano y yo fuéramos a subirnos.
Mi hermano menor siempre iba al lado de mi padre, y yo me sentaba en el puesto trasero.
Mi padre arrancó y me despedí de mi madre saludándola desde la ventana del auto.
Sabía que iba a ser regañado.
Había. Estudiado mucho las expresiones de mi padre para saber cuándo me iba a regañar.
Respire ondo y todo salió
—Me tienes arto con tu comportamiento de marico —soltó mi padre mirándome desde el espejo retrovisor—. ya vas a cumplir 13 años y esa maldita voz de niña que te cargas también me tiene arto.
En fin no todos los niños a los 12 o 13 años su voz cambia, sí, mi voz era muy aguda cuando tenía 12 años, pero ¿que más tenía que hacer?, Aunque sea mi cuerpo todavía no podía controlar nada, aunque me costaba tratar de hablar grueso, mi padre nunca quedaba satisfecho.
—Si para cuando valla a buscarte cuando termine las clases no me hablas como un hombre, para la casa no me llegas —dijo mi padre sacándome de mis pensamientos—. ¿estás claro?
Solo asentí mirando hacia abajo.
Llegamos a la entrada, mi padre siempre me acompañaba hacia la puerta de mi salón, yo iba a 2 metro delante de él.
—Camina bien en la mierda esa —susurró molesto—. pareces la propia mujercita.
Cuando note que no había nadie en el pasillo, sentí una patada en mis piernas, haciéndome caer al suelo, procedí a levantarme, pero ni padre me detuvo.
—Estás advertido.
Pude notar claramente el enojo en su rostro.
Me levanté y me fui a mi salón.
Todos los días eran así, mi maestra siempre me preguntaba si estaba bien ya que siempre me la pasaba deprimido y en los recreos nunca salía a jugar.
Mis respuestas siempre fueron "No tengo nada"
Llegó la hora de salida, estaba con mi hermano en frente de la escuela esperando a nuestro padre para irnos a casa, su auto se acercó y aparco para subir a el, mi hermano subió, intente abrir la puerta pero tenía seguro.
—Papá, quitale el seguro a la puerta —dije desde la ventana del copiloto.
—¿que fue lo que te dije cuando salimos de la casa? —soltó señalándome.
Baje mis hombros y le dediqué una mirada al suelo.
Sorprendentemente sentí que me arrebataron mi bolso, mi papá lo tomo desde su asiento y luego me empujó haciéndome caer a unos metros lejos del auto.
—Ya sabes cuál es tu castigo —logré escuchar y el auto arrancó en dirección a casa.
Tirado en el piso, las lágrimas inundaron mi rostro.
—¿David?, ¿Que tienes? —pregunto una maestra.
—no tengo nada —limpie mis lágrimas y corrí en dirección a casa.
—¿David? ¡¡Espera!! —grito la maestra mientras me alejaba.
Me sentí miserable corriendo hacia casa, mis lágrimas inundando mi rostro, ¿Como mi propio padre pudo ser capaz de tirarme y dejarme como un trapo sucio en medio de la calle?
Mientras corría pude ver varias personas dándome miradas de preocupación ante mi llanto, pero no les prestaba atención.
Llegué a casa, me detuve tratando de recuperar la respiración de tanto correr.
Me acerqué a la puerta y toqué.
Espere unos segundos cuando se abrió.
La mirada enojada de mi padre se encontró con la mía.
Entre y cerró la puerta detrás de mi, me di vuelta para enfrentarlo, cuando giré note su mano en el aire, ya sabía lo que venía.
Me puse firme y tense mi cuerpo.
Si iba a ser golpeado, tendría que estar con la frente en alto y digno.
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La vida de David ©
De TodoTenía tan solo 9 años cuando me di cuenta de lo que quería en realidad, aunque desde muy pequeño lo sentía, solo que para esa edad estaba muy pequeño para saber las cosas. Mi vida desde los 9 tuvo un cambio radical, muchas cosas pasaron desde que cu...