Capítulo 9: Quitando Máscaras

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Regresamos a la actualidad, una bastante complicada hay que decir. El recordar ciertos momentos, hizo que tanto Andrés como Pepa se pusieran emotivos. La mujer se puso a llorar en los brazos del caballero, él trató de consolarla con caricias, arrullarla para que parara de lamentarse. No sabía qué hacer con tal de que la gente no sospechara, pues las nubes comenzaron a aparecer. Apretó sus mejillas con cariño, así que levantó su rostro para ver sus ojos verdes como esmeraldas.

-Pepa, pepita de oro -ella continuó lagrimeando-. No te pongas así amor, por favor.

-Te lo ruego -ella imitó el gesto de Andrés, con más suavidad-. Sana esa herida que me hiciste, y dime si me estabas manipulando, si me estabas usando. Dime si yo sólo era una herramienta para ti, como lo fui para mi madre.

-No, claro que no. Jamás pensaría algo parecido -secó el agua salada de su rostro-. De lo contrario no hubiese regresado a por ti.

-¿Y entonces de qué habló la Señora Oyarzun esa vez? -Andrés se enderezó, agarrándola de los brazos, sacudiéndola, espantándola.

-¿Qué fue lo que escuchaste? -cuando vio que había hecho mal, la soltó-. Perdón, perdón -bajó la cabeza-. Sabes que esa mujer está demente, ¿no? -la dama asintió-. Ella sólo fue a hacernos una propuesta a mí y a mi padre.

-¿Sí? ¿Y qué propuesta? -él se alejó para no generar una mala impresión.

-Que al casarme contigo le ayudara a salir del Encanto -Pepa retuvo la risotada-. Ella estaba convencida que tu madre se inventó eso de que no podían irse.

-¿Cómo es eso? -fue curioso.

-Le juraba a todos que Doña Alma mintió para tenerlos a su merced -le pareció simpática la suposición.

-Ja, mi madre es controladora, pero no a tal exceso -se fue a apoyar en la baranda-. ¿Tú qué ganabas?

-¿Aparte de tenerte para mí? -ella dio vuelta los ojos-. Me daría el cincuenta por ciento de las ganancias que obtuviese al volver al mercado -imitó a Pepa.

-¿Y qué valía más? -lo miró de reojo-. ¿El poder que ese dinero te daría, o yo? -la besó, tan salvajemente que por poco se quedan sin aire.

-Tú, eras lo único que me importaba, lo único que necesitaba -volvió a hacerlo-. Si te tenía a ti tenía el universo -ella se excitó, no podía negarse algo así de evidente, pero era igual de evidente que supo distinguir el peligro. Nada sabía que los estaban observando desde una esquina.

-No es correcto Andrés, y tampoco deseo hacerlo -advirtió.

-B-Bien, no te voy a forzar a nada que tú no quieras -sonrió, besando su mejilla-. Te dejo sola -él se retiró rápidamente, dejando a Pepa bien confundida. Tocó sus labios, recordando los juramentos de Andrés cuando eran jóvenes.

-Así la quería encontrar, Señorita -Adrián salió de entre las sombras, después de contemplar la escena por un largo rato.

-¡¿Qué hacías ahí espiando?! -se calmó-. Mira, no vayas a hacer un escándalo. Andrés se pasó de tragos y actuó sin pensar.

-¿Y qué? ¿A usted también se le pasaron los tragos? -levantó las manos, para después bajarlas y golpear sus costados-. Creo que si se va a inventar una excusa para salvarse el pellejo, por último piense en algo mejor -Pepa reaccionó apenas él se movió en dirección a la escalera.

-Espera -bloqueó el paso-. No es lo que parece, yo...-junto las manos golpeando sus labios, como si estuviese rezando-. Sabes que yo amo a Félix más que a nadie.

-Me alegro mucho -la apartó del camino, haciendo que ella se agarrara los pelos.

-¡Adrián! -lo retuvo como pudo. El hombre miró a Pepa con ojos llenos de lujuria-. ¿Qué estás mirando? -dio una pequeña vuelta alrededor de ella, apartándola de la escalera.

Sombras de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora