Capítulo 19: La caída de los Dioses

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A Pepa le costó un poco el desplazar a la Diosa, pero lo logró, lo que no esperaba es que cuando abrió los ojos en la tierra, la Diosa quedó a merced de Isabela y Luisa. ¡Claro! La única forma de que estuvieran las dos, como dijeron los Oniros, era dejar a ambas sin un cuerpo al cual regresar, de lo contrario sólo intercambiarían lugares. Esa criatura observó durante unos segundos, ni siquiera lucía como Pepa, era algo completamente diferente, ni siquiera parecía ser humana. Sus iris anaranjadas y brillantes, cabellos ondulados, marcas de rayos que se extendían desde sus parpados inferiores hasta sus clavículas, cuencas negruzcas y labios rojos. Su piel pálida estaba pegada a sus huesos, los cuales sobresalían sin evidenciar desnutrición, tenía dedos largos y garras filosas, así como sus dientes, también poseía alas de plumaje dorado, y vestimentas antiguas. 

— Isa, debemos retenerla aquí. —La muchacha no tardó en reaccionar, y usando sus plantas sujetó los brazos de la Diosa.

— Que lindas, ¿las inventaste tú? —Parecía no afectarle en lo absoluto el hecho que los tallos verdes subieran por su torso—. Yo no soy su enemiga. 

— Quizá no, pero tampoco eres nuestra aliada. —La Diosa dio vuelta las ojos—. Haz intentado tomar el cuerpo de mi Tía.

— ¿Cómo tomar un cuerpo que ya me pertenecía? —Isabela apretó los tallos verdes con más fuerza alrededor de los brazos de la Diosa mientras Luisa la observaba con desconfianza. La Diosa dejó escapar una risa burlona, aunque la presión de los tallos parecía afectarla más de lo que admitía—. Haz de cuenta que somos fragmentos de un espejo roto, cada trauma en su vida generó una grieta en el cristal, y lo único que hizo Laura fue terminar de romperlo.

— No importa lo que digas, luces como la villana y no haz hecho nada que demuestre lo contrario. —Luisa afirmó. La enigmática criatura soltó una risa suave y melódica, aunque parecía contener un rastro de amargura. Las plantas de Isabela seguían sosteniendo sus brazos con firmeza, pero su expresión comenzaba a suavizarse ante la respuesta.

— La apariencia puede ser engañosa, querida Luisa. —respondió la entidad con voz suave, sus iris anaranjados brillando con una extraña intensidad—. Lo que ven mis ojos y lo que siente mi corazón no siempre se traduce en términos de "bien" o "mal". Soy producto de las heridas y las luchas de Pepa, fragmentos de su psique forjados en este ser que ahora soy. 

— Entonces, ¿qué quieres? ¿Por qué intentar sofocar a Pepa? —preguntó Luisa, su tono aún cauteloso. La criatura dejó escapar un suspiro, sus alas doradas se estiraron ligeramente antes de recogerse a su espalda.

— Jamás he intentado sofocarla, sólo buscaba protegernos ambas. Las decisiones que hasta ahora he tomado han sido para traerla de regreso a casa, y darles una oportunidad de triunfar sobre la oscuridad. —Las palabras de la criatura resonaron en el aire, llenando la habitación con un aire de misterio y reflexión. Isabela relajó finalmente sus plantas, permitiendo que los brazos de la Diosa quedaran libres. La Diosa se masajeó los brazos, mirando a la criatura con una mezcla de curiosidad y escepticismo—. Gracias.

— ¿Cómo sabemos que podemos confiar en ti? —Isa insistió. 

— La confianza no es algo que se otorga ciegamente, querida, sino algo que se gana con el tiempo y las acciones. —Las dos muchachas no podían comprender la facilidad que tenía para hablar tan calmadamente, Pepa no podría—. Vamos, si Huitaca y Fobétor llegan a la puerta ya no habrá nadie quién los detenga. 

— ¿La puerta? 

— Ya les explicaré, ¡vamos! —Las sujetó de los brazos y con fuerza se elevó. 

Isabela y Luisa se aferraban con fuerza mientras observaban cómo se acercaban a la imponente torre de los Oniros. A lo lejos, la silueta de Huitaca y Fobétor se recortaba contra el horizonte, acompañados por sus temibles criaturas que rugían y aullaban con sed de caos. La Diosa redujo la velocidad al acercarse a la torre, descendiendo con gracia para aterrizar en la plataforma más alta. Isabela y Luisa se desprendieron de su agarre, aterrizando con determinación. Estaban en epicentro de la feroz batalla entre sueños y pesadillas. El rugido de los monstruos de Huitaca y las aterradoras manifestaciones de las pesadillas de Fobétor resonaba en el aire, creando un caos abrumador. Los sueños lucían hermosos, pero débiles, eso explicaría porque en el mundo se habían desvanecido en otros lugares, su creador no ya no era lo suficientemente fuerte para ello.

Sombras de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora