Capítulo 18: El corazón

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Alejandra se movió con velocidad gracias a sus múltiples patas, encontrando rápidamente a Bruno y a Julieta, ambos intentando salvar a un muchacho atrapado bajo los escombros. "Que tontos, en vez de ocultarse condenan a todos". Corrió hacia ellos, tomando a Bruno del brazo para así llevarlo con su madre, él intentó soltarse, pero el agarre de la muchacha era demasiado firme. Laura estaba de pie junto a Pepa, cuando Alejandra aventó a Bruno a sus pies y las tomó por sorpresa, levantó un poco de tierra lo que hizo que ambas agitaran una mano para poder ver.

— Ahí está madre —Alejandra entonó con malicia—. Tu juguete.

— Bien hecho mi arañita. —Laura se agachó frente a Bruno, para apretar su rostro con todo y garras. Fue tanta su rabia, que la sangre se deslizó por las mejillas del hombre—. Ahora no te me vas a escapar cielo.

— Nos falta una —habló la Diosa, quién estaba haciendo un gran esfuerzo para mantener a Pepa al margen de la situación.

— Mirabel la traerá, hay que movernos a Casita. —Sujetando a Bruno desde el cuello, flotó hasta el lugar que correspondía junto a sus dos acompañantes. Con los Dioses distraídos, y la gente alejada debido a los Umbra, era más sencillo acceder al sitio en cuestión—. Andrés, ven aquí de inmediato. —Laura ordenó al aire, y él hombre apareció, algo desordenado pero sano.

— ¿Y toda esa sangre? —preguntó la Diosa.

— No es mía nena. —Sonreía, con colmillos filosos—. Zafiba, creí que te habías retirado. ¿En serio te quedaste aquí mientras el resto peleaba? —él Dios estaba junto a Alma y Agustín.

— No permitiré que hagan esto —habló—. Si abren esa puerta todo lo que conocen será destruído, incluyéndolos.

— ¿Crees que somos tontos? —Laura no pudo evitar una sonrisa—. La mantendremos abierta el tiempo suficiente para que cada quién obtenga lo que busca, luego la cerraremos y ya.

— Bastarán unos segundos, no hay que exagerar. —Andrés se estiró un poco, sabiendo que incluso así se resistirían—. Vamos, saquen a esas niñas de ahí para que podamos avanzar.

— A mis hijas no las tocas. —Agustín apuntó con el rifle directo a su cabeza.

— Hasta que sacaste tu valor, ¿eh? —Andrés se burló—. Anda, no queremos lastimarlas, sólo despiertalas y hazte a un lado.

— Lamento informártelo, pero incluso si quisiera no puedo, ellas deciden cuándo vuelven. —Laura dio un pequeño vistazo, sabía que es lo que hacían.

— Tiene razón, no se moverán —admitió—. La única solución es matarlas, así se romperá la conexión que mantienen y podremos sacarlas de aquí.

— De acuerdo. —Agustín disparó al ver que Andrés se acercaba, pero sólo logró enfadarlo—. Grave error cuatro ojos. —Antes de poder golpearlo, Cuhuzafiba lo agarró para destruir juntos un muro.

— Ustedes dos mátenlos, yo haré esto de una vez —ordenó Laura a su hija y a la Diosa—. A ver mi amor, déjame entrar en esa linda cabecita tuya.

Sus ojos brillaban con una malicia desbordante mientras extendía sus garras hacia él. Bruno, aún aturdido por la situación, luchaba por mantenerse firme y resistir la influencia de Laura sobre su mente. Laura se adentró con cautela en la mente del hombre, explorando los recovecos de su psique con rapidez, hasta encontrarse con una sorprendente visión: un pequeño reloj de arena, flotando en el centro de un vasto paisaje mental.

El reloj de arena brillaba con una luz palpitante, emitiendo destellos verdosos que iluminaban la mente de Bruno. Cada grano de arena fluía suavemente de un compartimento a otro, marcando el transcurso del tiempo en ese mundo mental, eso sí, en lugar de moverse de manera lineal, parecían torcerse y girar en direcciones desconcertantes. La luz palpitante del reloj de arena se intensificaba a medida que Laura se acercaba. Era como si el poder contenido en su interior respondiera a su presencia. Se dio cuenta de que, si quería dominar esa capacidad, debía aprender a comprender y controlar el funcionamiento de ese reloj de arena. Laura extendió su mano hacia el reloj de arena, sintiendo la energía vibrante que emanaba de él. 

Sombras de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora