Capítulo 15: Si de regalos hablamos...

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Los Madrigal intentaron sacarle más información a Santiago, pero para su desgracia, él no contaba con mayores detalles, o eso les hizo creer. Estaba acostumbrado a estos interrogatorios, pues en cada país al que iban, él era quién mantenía a las ovejas en el corral, incluso si sabían que los lobos iban a atacarlas muy pronto. "Tendré que comunicar el inconveniente con Huitaca, hasta dónde sé no estaba previsto". Al ver que estaba perdiendo tiempo, sólo se retiró en silencio, llendo nuevamente al granero en donde estaba Félix.

-Ya regresé -dijo, llendo al centro del granero con un rastrillo viejo-. ¿Cómo están? -los tres muertos estaban allí parados, sin decir nada-. Adoro ese silencio de ultratumba -creo un montículo de pasto seco, dejando meramente la tierra y el polvo.

-Necesitarás mucho más para limpiar este cochinero -dijo el hombre colgando en la silla.

-Sólo preparo un poco el terreno -dejó de lado la herramienta, y con su pierna derecha estirada, dio un giró y dibujó un círculo perfecto a su alrededor.

-¿Para qué? -el cadáver de Seline, se desplazó hasta el centro de este círculo, haciendo que se iluminara de un color verde agua.

-¿Estás ahí? -sus iris tan brillantes como la tierra-. Contesta, debo hablar contigo -lo que pasó entonces fue algo escalofriante, Seline hizo un ruido horrible, casi como si el alma hubiese regresado a su cuerpo. Pronto cambió su postura, se movía como una persona normal.

-Ugh -se miró las manos con despreció-. ¿Así que la mataste? Buen muchacho -dio un vistazo a su alrededor-. ¿De qué querías hablar? Por si no lo sabes estoy ocupada -notó al sujeto que colgaba.

-Huitaca se llevó a Tía Julieta -Félix sintió que sus músculos se apretaban, cuando estuvo cara a cara con la mujer, quién no parecía estar interesada en nada más que él-. Bruno lo vio y la familia se está descontrolando más de lo que debería.

-Asumo que les diste algo para que se calmen -levantó una ceja.

-Sí, les dije que podían rescatarla si iban al Mundo de las Sombras -explicó-. Y que necesitaban el Sol de Chiminigagua para sobrevivir allá.

-¿El Sol? -se volteó hacia el joven-. ¿Saben que está en nuestra casa? -era a la única persona en el mundo a quién no podía engañar, así que sólo él asintió.

-No hay manera de que consigan el collar estando tan lejos -Laura asintió con comprensión-. Pero el que sepan que hay una solución, los dejará tranquilos.

-Sí, tienes razón -pensó por unos segundos-. Hoy será la ceremonia de Mirabel, así que volveremos dentro de poco para acabar con esto de una vez.

-Entiendo mamá, aquí los espero -la luz se fue, así como Laura, cuya mente regresó a su cuerpo como si nada.

Ella odiaba esta parte del plan, estaba demasiado lejos y no tenía el control, debía confiar en las habilidades de un niño cuyos intereses podían interferir en su tarea. "¿Dónde estarán esas mocosas?", tomó el celular, marcando el número de Alejandra con rapidez. "Si no contesta juro que le voy a dar una", volvió a marcar luego de que se cortara la llamada. Recién a la tercera la niña contestó, se salvó de que Laura no tuviese que llamar a su escolta.

-Son las siete, ya deberían estar de regreso -dijo algo molesta.

-Enseguida vamos mamá -le sonrió a Mirabel-. Dime, ¿está todo listo?

-Sí querida, sólo faltan ustedes -presionó el botón rojo y dejó el aparato sobre su escritorio-. ¡Andrés! -llamó.

-¿Qué quieres? -entró con únicamente su pantalón, y una toalla en el hombro-. Ni siquiera una ducha puedo tomar sin que me grites.

Sombras de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora