Capítulo X

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10.

La muerte.

Abrí mis ojos, perdiendo la capacidad de respirar. Mi rostro estaba a solo unos centímetros. Permitiendo a mis parpados dejar caer cierta cantidad de lágrimas. No tuve la oportunidad de continuar con mi llanto. Estaba totalmente petrificado que no era capaz de llorar.

La muerte.

Un ser de capucha negra y venenosa, totalmente llena de oscuridad y torbellinos de desolación. Un cuerpo huesudo, manchado de sangre y sus largas garras que podían partirme en dos con solo perforarme con ellas.

Una enorme hoz. La cual lo más probable es que capturara almas perdidas. Tal y como lo es mi alma.

Era la mismísima muerte en su mayor expresión.

Totalmente distinto a ella.

Él era oscuridad y dolor. Ojos verdes afilados, pero sin piel.

Ladybug era calidez y sonrisas. Zafiros llenos de calor y ternura. Un alma repleta de amor y cariño.

La extraño.

La muerte empezó acercar su mano a mi cuerpo petrificado a su merced. Iba a tomarme. Llevarme a su lado y no volver a verle.

Ladybug...

Quiero verte.

—¡¡Aléjate de él!! —oí su voz.

Los dos nos giramos en dirección a esa advertencia. Rápidamente, se posición entre nosotros con los brazos abiertos como si simulara un escudo.

—Otra vez tú —señalo a mi guía—. Ya es la segunda vez que interrumpes el ciclo.

—No permitiré que lo toques. Jamás te lo llevaras —gruño. Se notaba lo enojaba que estaba.

—¿Por qué te exasperas, niña? —la muerte gruño ante la pose protectora que tomaba Ladybug—. Ese chico está muerto en el otro lado. Su tiempo llego a su límite. Ya fue historia.

¿Qué? ¿Qué quiere decir con eso?

Yo..., ¿Morí?

Ladybug se dio vuelta con suma velocidad, abrazándome con sus cálidos y fuertes brazos delgados.

—Eso es mentira —me apretó fuertemente, como si buscara algo dentro de mi para darle razones de pelea—. Aún vive. Puedo sentirlo.

—Murió —movió su hoz, apuntando a Ladybug y a mi entre sus brazos—. Entrégamelo. Me llevare su alma y tú seguirás el camino que te corresponde como guía, ¿Me has entendido?

—Hay personas. Persona que mini miau ama con todo su corazón que lo están esperando más allá del limbo —noté como me apretaba contra su pecho y yo quise llorar—. ¡Sus amigos, familia y todo lo que ama mini miau...! ¡¡Lo espera más allá!!

¿Esta chica de verdad se esta enfrentando a la mismísima muerte? A pesar de como le grite. Aun cuando dije tales crueles palabras..., Ladybug esta luchando para que viva.

—Está muerto, niñata —movió su hoz de lado a lado, intimidándonos—. Acéptalo.

—No lo está. Su corazón aun late —rectifico aquello que era imposible de saber, ¿no? —. Mientras el cuerpo no muera, el alma prevalece, ¿no, muerte?

—Maldita hija de..., ¿Cómo sabes tú eso? —no quise mirar. Estaba aterrado. Soy un maldito cobarde—. ¿Por qué de todas las jodidas niñatas, tuviste que ser tú una seleccionada? No lo entiendo. No comprendo su decisión con respecto a tú alma.

—Hice un trato —oí aquello que no entendía. Completamente seguro que ni la muerte comprendía—. Pienso cumplirlo a como de lugar.

—Un trato, ¿eh? —murmuro la muerte en tono divertido—. Sufrirás, niñata. Tanto que gozare el resultado de todo esto. Tu aventura con la de ese mocoso —me señalo con diversión—. Es muy interesante y divertida.

—Espero que lo disfrutes entonces, muerte.

Mire hacia arriba. Viendo su rostro lleno de decisión y defensa.

Aprete mis dientes, tratando de contener mis lágrimas, escondiendo mi pequeño y peludo rostro en su pecho.

Lo siento. Perdóname.

De verdad lo siento mucho por ser tan idiota, Ladybug.

Tus palabras..., no las merezco para nada. No te merezco.

No merezco que me mantengas con vida, ni que me tengas la paciencia que me has tenido. Ni que me guíes.

Nada.

Ni tu protección, ya fue suficiente.

Si estoy muerto, tu no tienes por que morir. La muerte tiene razón. Si sigues protegiendo a un alma en pena..., tu pagaras por enfrentarte a la muerte.

Ya déjalo.

Has hecho suficiente por mí, tú más que nadie.

Eres la persona que más ha hecho por mí. Aunque no pueda recordarlo.

Se que lo eres.

Ya es suficiente.

—No. Te equivocas por completo, mini miau —la oí decir con fortaleza y yo volví a conectar mis esmeraldas cristalinas con sus dulces zafiros—. Te lo dije, ¿no? —acaricio mi rostro con su dedo, acercando sus labios a mi pequeña nariz..., incluso más abajo—. Mereces vivir, mini miau. Tú entre todas mis personas favoritas, mereces volver a la vida.

Parpadee.

¿Eh?

Ella..., ¿Me está besando?

Separo su rostro, mostrándome una mirada cristalina. Llena de ternura y sonrisa cálida. Gesto que lleno mi corazón de inmediato.

Oyendo aquel tenue latido de esperanza.

—Demonios —espeto la muerte, ambos miramos en su dirección—. Aún hay vida en él.

—¿Lo ves? No tienes derecho a tomar su vida —sonrió victoriosa. Igual a una niña ganando una discusión con un adulto inmaduro.

¿M-Me beso para sentir mi corazón? ¡¿Enserio?!

Él rio. Empezó a reír a carcajadas.

—Si, tienes razón —empezó a desaparecer poco a poco, dejando un simple eco a nuestro alrededor—. Lastima que si haya algo que tomar de su pequeño dúo.

Las carcajadas se oyeron por todos lados.

Dejándonos completamente solos otra vez.

La muerte.

¿Qué quiso decir con que aun hay algo que puede tomar de nosotros?

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