Capítulo XIV

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14.

Recuerdos perdidos.

¿Qué hacemos en un lugar como este, Ladybug?

Ladybug no dejaba de ver el cielo estrellado.

Como si buscara fundirse con el en su pleno reencuentro.

—Recordar —note como sus manos tocaban la barandilla donde estaba sentada—. Ya es hora.

¿Hora? ¿Para qué?

Salte a su lado, sentándome a su costado. Ella no dejaba de mirar el cielo, fue entonces que pude verlo.

Aquello que apretó mi pecho otra vez.

Lloraba.

Ladybug esta llorando.

—Amo este lugar —expreso, junto a una voz medianamente rota—. Lo encontré cuando estaba en secundaria. Venia frecuentemente a este mirador, siempre por las siete de la noche. Ciertamente esta alejado de la ciudad, sin embargo..., como nadie pasaba por aquí, era el lugar perfecto para perderse en el tiempo.

¿Perderse en el tiempo?

¿Tú...? ¿Pasabas mucho tiempo aquí?

Asintió.

Yo sorprendido. Era lo primero que me hablaba de ella, luego de un largo tiempo queriendo escuchar su historia.

—Amo dibujar. Este es mi lugar preferido para crear y sentirme yo misma. Es como si este mirador me diera los instrumentos para expresarme en cada hoja de papel —miro sus dos manos, cerrándola y abriéndolas en un ritmo constante. Buscando algo que yo no era capaz de ver—. Siempre vine aquí.

Sola, ¿no?

Fue lo único que pude decir.

—Siempre sola —menciono y yo, pensé por qué fue lo único que pude preguntar.

Era obvio.

Ladybug era una chica solitaria, ella misma me lo había dicho.

—Este mirador era mi preferido. Siempre lo ha sido, incluso hasta ahora. Incluso después de marcar el final —¿Qué quieres decir? El significado del final, ¿A que te refieres? —. Toda vida, tiene un fin, mini miau.

Llevo uno de sus dedos bajo mi barbilla. Acariciando con cariño.

Amor.

Era lo que su cuerpo me expresaba, mediante esas sonrisas melancólicas.

Entonces, volví a sentirlo.

Badum... badum... badum...

El sonido de una orquesta de latidos invadiendo mi pecho.

—Una vez —se paro sobre la barandilla, estirando sus brazos hacia el cielo. Queriendo llegar a las estrellas—. Solo fue una vez..., que quise tocar las estrellas.

Adri...

¿Eh? ¿Qué fue eso?

En... Adr...

Otra vez. Mire a todos lados, buscando aquel eco. Sin embargo, no pillaba nada.

Una voz que no conocía.

—El fin siempre llega —se giró, mirándome con anhelo—. Al igual que los nuevos inicios, mini miau.

No entiendo su mirada.

Ni sus palabras.

Ladybug, baja de ahí.

Es peligroso.

—No hay nada por lo que debas preocuparte, mini miau.

Badum... badum... badum...

El pecho no deja de dolerme, ¿Por qué?

Es como si una electricidad me golpeara, quemando la piel de mi pecho.

Un pecho humano.

La piel de una persona ardía ante esa sinfonía de latidos.

Fue entonces que ella movió sus labios, citando palabras silenciosas que leí a toda rapidez.

Antes de que la barandilla bajo sus pies se rompiera.

Adiós, mini miau.

Empezó a caer.

Mi cuerpo se sintió diferente.

Ella enserio iba a caer por ese enorme acantilado, fue entonces que el pánico carcomió mi alma.

Corrí a toda velocidad.

Debía salvarla.

Salvar...

Salvar..., ¿A quién?

¡Adrien!

—¡¡Ladybug!! —grite.

Cerré mis ojos, estirando todo lo que pude mis patitas.

Tome su mano. Apretándola con fuerza antes de permitirle dejarme tras caer por ese enorme y triste acantilado.

Me sujete del borde de esa barandilla de madera rota que estaba en buen estado, consiguiendo tomarla. Evitando su caída.

—Abre los ojos —musito. Era su voz. Solo significaba que evite su caída. Impedí que me dejara, prohibiéndole abandonarme.

Hice caso a su orden.

Abrí lentamente mis ojos.

Viendo algo imposible para nosotros.

Ella colgaba del borde del acantilado, mientras su mano se encontraba estirada..., siendo tomada por otra mano desconocida para mí.

Mire aquella unión, no entendiendo nada.

La unión de su mano y otra que no sabia de donde había salido.

Un cuerpo humano, salvándola.

¿Qué...?

—Muchas gracias... —sonrió, viendo sus mejillas sonrojadas y ojos llenos de lágrimas. Al igual que los míos—. Adrien. 

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