Capítulo XIII

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13.

Mi lugar preferido.

Caminábamos por un lugar frondoso. Lleno de arboles gigantes y oscuridad escurriéndose por todos lados. Era de noche, podía decir eso con facilidad.

La noche, ¿eh?

El instante en que el sol se esconde para ir a dormir, dejando así libre a su hermana melliza y nocturna iluminar la ciudad.

Ciudad..., Paris.

Vivo en Paris.

—Si —oí su voz frente a mí. Caminábamos esta vez no a la par. Yo tras de ella—. Paris, Francia. Ahí es donde vives y has vivido toda tu vida, mini miau.

¿Dónde vamos, Ladybug?

Ella continuo con su caminar, sin mirar atrás.

—A mi lugar preferido —musito con tranquilidad.

Yo solo le seguí el paso como buen turista. Era mi guía después de todo. Sabia perfectamente lo que hacía, ¿verdad?

Continuamos, mientras seguía haciéndome miles de preguntas dentro de mi pequeña cabeza.

Soy parisino, ¿eh?

Es extraño, aquí no se siente.

—En el limbo puedes ser lo que quieras, hasta un latinoamericano, un alemán, un chino, hasta un pequeño y tierno gatito —menciono lo último con burla.

Créeme, hubiera preferido ser un humano de cualquier nacionalidad, ni siquiera pedía ser de mi propia vida, pero ¿Por qué demonios un gato?

Aun no tiene sentido.

—Puede que tenga sentido cuando recuerdes.

Continue caminando, pensando en un silencioso "Puede ser".

Nuestra caminata estaba más silenciosa de lo normal. Puedo decir que esta es la primera vez que ambos estamos muy callados. Le doy crédito de culpa al ambiente en silencio a nuestro alrededor o tal vez a lo sucedido antes de entrar al bosque.

Ladybug me dejo perplejo con su mirada.

Esos ojos..., ¿Quién puede tener esa mirada?

¿Qué significaban esos ojos tan profundos que me quitaron el respirar?

Ella, ¿Quién es para mí?

No soy capaz de recordarla.

Para nada.

Sin embargo, este sentimiento no es normal. Menos de un extraño a una extraña. Hay que ser idiota para no entender esto.

Dentro de mi pecho.

Yo por ella...

—Hemos llegado, mini miau.

Parpadee muchas veces, impactado por tal pintura frente a mí. Un retrato de un espejismo bello, donde el cielo estrellado choca con la ciudad de las luces bajo nuestros pies.

Era increíble.

El simple hecho de que existan paisajes de este estilo me resulta glorioso y que tal vez, valiera la pena estar en el limbo. Estoy seguro que en la tierra paisajes de este estilo no existen como tal.

Dan ganas de quedarte mirando por siempre.

Por toda la eternidad.

—Existe.

¿Eh?

Cambie mi dirección hacia su figura.

Sentada en el borde de un acantilado, sobre la barandilla que la separaba de un vacío extraordinario. Junto a ella estaba un bello árbol, moviendo sus hojas en cámara lenta. Cambio de color a unos que jamás he sido capaz de conocer.

Estaba asustado por alguna razón. El miedo me invadió en cuanto note el enorme acantilado que había bajo nuestros pies.

Ladybug..., sal de ahí.

Te caerás.

—No te preocupes —me observo tras su hombro, sonriendo con tranquilidad—. Ya he aprendido la lección.

¿Eh?

Ella y yo nos miramos fijamente, mientras yo no comprendía la razón de sus palabras.

En realidad.

No quería saberlo. 

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