Capítulo XI

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11.

Ladybug y mini miau.

—¿Te encuentras bien, mini miau?

Asentí, caminando nuevamente a su lado. Volvimos a caminar por caminos sin rumbo alguno, pero en total silencio esta vez.

No sabia como actuar luego de todo lo sucedido. Le grite de una manera horrible y aun así me ayudo. La muerte estuvo a punto de llevarme y ella nuevamente me salvo.

Me quedo viendo a esta chica de reojo.

Se enfrento a la muerte. Me beso. Demostró que merecía aun vivir, aunque mi alma estaba a unos segundos de irse al más allá.

A pesar de gritarle crueles palabras, sigue aquí.

A mi lado.

Sonriendo como siempre. Ignorando lo que sucedió.

Es impresionante.

—Lo siento por el beso, mini miau —se disculpo sonrojada y nerviosa, mientras que yo desviaba mi mirar hacia otro lado avergonzado—. Invadí tu espacio personal, pero fue para ponerte de los nervios y hacerte reaccionar al otro lado. Aun así, no debí hacerlo. Perdonadme.

N-No es necesario que pidas disculpas, no me molesto.

La note sonreír aliviada, gesto que me causo una pequeña risa.

¿Al otro lado? ¿A qué te refieres?

Se acuclillo a mi estatura, mirándome fijamente con sus intensos zafiros. Demonios, enserio esta chica es más linda de lo que creí y no solo demostró tener huevos para enfrentar a la muerte.

Su modus operandi de hacer las cosas..., es genial.

Esta chica es perfecta.

—¿Cuántos has recordado, mini miau? —¿Ignoro mis sentimientos? Bueno..., al parecer hay cosas más importantes, supongo—. Dímelo.

Recordé a mis padres.

—¿Nombres? ¿Los recuerdas? —su trasero cayó al suelo, sentándose frente a mí.

Gabriel y Emilie Agreste.

—¿Qué más viste? ¿Cómo estaban ellos?

La mire cohibido, tristón ante el recuerdo de mis padres rogando entre lágrimas mi regreso.

Lloraban.

Tomando una mano humana entre las suyas, rogando que volviera.

—¿Mencionaron tu nombre? —pregunto en un tono entre curioso y desesperado—. Vamos, mini miau. Debes contarme que viste.

¿Por qué esta actuando de ese modo?

—Lo siento, se que es extraño. Aun así, debes forzarte a recordar —acaricio mis orejas con dulzura—. Esa puede ser la llave para que vuelvas a casa.

¿Volver a casa? ¿Podre de verdad volver a casa?

Solo de pensarlo, mi pecho de hinchaba de felicidad, al mismo tiempo que me daba una gran ansiedad.

Baje mi rostro, buscando recordar. La voz de mi madre, sufriendo como si le desgarraran el corazón del pecho.

A... vuelve, mi amor.

No, justo hubo una interferencia cuando posiblemente me llamo por mi nombre. Su voz rota y las plegarias por que volviera, junto a su calor en una mano fue lo único que pude ver bien.

|1| Encuentra el camino - MLBDonde viven las historias. Descúbrelo ahora