Capítulo XIX

168 27 2
                                    

19.

La carta.

Todo mi mundo se vino abajo, ante el pesado de papel manchado entre mis dedos. Esta sangre, era mía. Probablemente causada por el accidente que tuve antes de despertar. Lo que me llevo a estar en el limbo.

A estar enfrentándome a la muerte durante seis meses sin cesar.

Mi pulso empezó a ir rápido. Estaba a punto de pedir que me volvieran a conectar al equipo de respiración. Mis pulmones dolían y la garganta me mataba.

Estaba temblando.

Igual esas personas con abstinencia. Necesitaba de esas drogas y que temblaban con violencia.

—Esta es la carta —me acerco la fotografía, dejándola entre mis dedos. Mis pupilas se contrajeron al grado que dolían un infierno. A punto de tener un jodido ataque cardiaco—. La fotografía de la joven llamada...

Mis oídos dejaron de escuchar.

El pulso era lo único que podía oír cerca de mí.

Todo empezó a doler, ¿Esto era morir? No lo sé. Menos de ver la fotografía entre mis manos. Reconociendo la a persona plasmada ahí.

Cabellera azabache.

Mejillas sin color.

Rostro sin sonrisa. Totalmente sereno en esta pieza de papel.

Ojos serenos.

Ni una pisca de sentimientos en sus facciones.

Muy distintas. Igual de iguales.

Reconocía ese color.

Esos zafiros.

Era ella.

—Encontramos su cuerpo, horas después de tu accidente, joven —era incapaz de formular una palabra, ni siquiera en mi propia mente—. Se hallaba más allá del acantilado. También vimos la barandilla de madera rota, lo suficientemente grande para que un cuerpo cayera hasta el fondo sin detención.

¿Qué me estaba diciendo este hombre?

No lo entiendo.

Mis oídos no oyen bien.

—Al parecer la muchacha cayó al apoyarse en la barandilla y un día después..., usted encontró el cuerpo.

¿Encontré que...?

—Lo siento mucho, joven Agreste —se acercó, y pude oír a mi madre pedirle que me diera espacio. Yo no era capaz de reaccionar ante esto. Era demasiado—. Necesitamos saber que demonios paso esa noche. La razón del porque la señorita Dupain-Cheng cayó y por que usted llego un día después, llamando desesperado que estaba su cuerpo bajo el acantilado.

¿Llame? ¿Yo los llame?

¿Cuándo y por qué razón?

¿Por qué estoy corriendo tan aterrado? ¿De qué?

—Joven Agreste, ¿Se encuentra bien? —mi pecho empezó a doler. Ni idea de quien me hablaba, quien me tocaba.

Estaba hiperventilados.

Podía oírme respirar.

Carta. Barandilla. Acantilado. Accidente.

Llamada.

Cuerpo.

Sin vida.

¡¡Por favor, lleguen rápido!! ¡¡No se está moviendo!!

—¿Adrien? ¿Qué sucede, hijo? —no podía hablar.

Me recuerdo.

Corriendo por un bosque frondoso, en busca de ayuda, mientras el teléfono estaba puesto en mi oído y yo buscaba ayuda... ¿Ayuda para qué? ¿Por qué estaba tan desesperado? ¿Quién no se movía?

¿Qué fue lo que demonios vi?

Estaba agitado.

Corriendo, sin siquiera tomarme la maldita molestia de respirar. Necesitaba algo con urgencia.

Ayuda.

Ayuda...

¡Ayuda, por favor!

¡Alguien ayúdeme! ¡¡Alguien...!!

Llegué a la carretera y vi esa luz.

Luego..., todo fue oscuridad.

Mori.

Yo tuve el accidente. Me atropellaron y luego olvide todo.

Tranquilo, gatito... solo estas perdido.

Ahí estaba.

Sonriéndome con sinceridad y jurándome regresar conmigo a la vida.

Me desmaye.

Recordándolo.

Todo.

A ella.

          A ella

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
|1| Encuentra el camino - MLBDonde viven las historias. Descúbrelo ahora