Se desata el infierno (El favor de Sesshomaru)

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Disclaimer: los personajes y la historia no me pertenecen. Los personajes son de Rumiko Takahashi y la historia es de TouchofPixieDust, yo sólo traduzco.

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Mi dulce Hikari:

Es una alegría ver que te diviertes tanto con otros niños. Estoy orgullosa de que te levantes cuando te caes y de que no dejes que nadie te limite. Tienes espíritu de lucha, al igual que tu padre. Él tampoco deja que nadie le limite.

Cada vez que te veo, te quiero todavía más. Cada día contigo es una aventura, y atesoro cada momento.

Tu cariñosa mamá

Kagome dejó su bolígrafo y les sonrió a los niños. Al menos, esperaba que pareciera una sonrisa. Era duro ver caer a su pequeña y el instinto le reclamaba que protegiera a su hijita de todo daño. Pero sabía que tenía que dejar que Hikari se levantara y siguiera intentándolo. Por supuesto, nunca dejaría que su hija se viera amenazada por un auténtico peligro. Tampoco es que Kagome tuviera la oportunidad de ser la primera en llegar a su hija si estuviese en peligro. Después de todo, la pequeña tenía a un demonio como hermano y a un medio demonio como padre. Ambos eran más rápidos de lo que ella podría serlo nunca. La expresión «Supermamá» no significaba que la maternidad le diera poderes de verdad. Maldita sea. Con Hikari, los superpoderes habrían sido útiles.

A todos les resultaba difícil no cernirse como perros guardianes sobreprotectores (en algunos casos, era bastante literal). Kagome quería envolverla en suaves algodones y asegurarse de que nunca tuviera ni un rasguño. Dolía saber que tenía que luchar contra sus instintos y dejar que su pequeña curiosa explorara el mundo a su alrededor. Hikari no apreciaría que la trataran como a un bebé. Últimamente se había decidido aún más a poder hacer cosas por sí sola, que era una niña grande. Dolía.

Solo un poco.

Solo un poquito.

Vale.

Mucho.

Hikari parecía estar creciendo demasiado rápido. Parecía que hubiera sido ayer cuando todavía no era más grande que una muñeca. Ahora ponía cara de asco si oía que la llamaban bebé. ¿Cuánto tiempo más tendría siquiera para ser una niña pequeña?

Kagome miró a Inuyasha mientras protegía sus ojos del sol. Tenía los puños fuertemente apretados y todos sus sentidos estaban enfocados en Hikari, aunque intentaba aparentar que solo estaba ligeramente interesado. Dejar que Hikari se cayera era igual de duro para su marido. No importaba cuántas veces le dijera que Hikari tendría que aprender a cuidar de sí misma y aprender a luchar tanto contra demonios como contra humanos y que tendría que volverse fuerte y dura... Inuyasha todavía no había podido convencerse a sí mismo. Le sonrió cuando su oreja se movió en su dirección. La más pequeña pupa, tan pequeña que ni siquiera necesitara una tirita, hacía que su pobre compañero tuviera mucho miedo y se pusiera furioso con cualquier cosa que hiciera daño a su preciosa niñita. Era difícil dejarla fuera de un rango de alcance rápido.

¿Cómo soportarían verla entrar por primera vez al colegio?

Al menos dejarla jugar con los hijos de Kouga hacía que Hikari explorara el mundo de una forma ligeramente diferente que cuando jugaba con los hijos de Sango. Y cómo jugaba con ellos era diferente a cómo podía jugar con los demás niños estrictamente humanos de su propia época y con los niños de allí de la aldea. Hikari tenía que aprender a ser muy cuidadosa cuando jugaba con los niños que no tenían sangre demoníaca. Y cuando jugaba con los niños del futuro tenía que asegurarse de que nadie descubría que tenía orejas y dones poco corrientes. Y aunque los hijos de Sango eran, en su mayoría, fuertes y un día empezarían con el entrenamiento de exterminio de demonios, Hikari aun así tenía que tener mucho cuidado cuando jugaba con ellos.

El bebé de InuyashaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora