Capítulo 10

332 32 0
                                    

Después de varios golpes, Willow me separó de Mason y juntas nos fuimos hacia el exterior. El gimnasio donde se solían hacer las clases de defensa personal era un edificio aparte conectado por un pequeño camino de piedra. Caminamos cogidas del brazo mientras le explicaba lo que había pasado con Alexei en la habitación.

—Mucha tensión sexual acumulada—dijo entre risas y rodé los ojos. 

Pocos minutos después, y bajo el pleno sol de septiembre, llegamos al gimnasio. Era un edifico de techo alto con dos puertas metálicas enormes. Varios alumnos se veían esperando fuera charlando entre ellos. Mis amigos y yo entramos dentro del edificio y nos fuimos a sentar a las gradas. 

—¿Qué tal la vuelta a la rutina?—me preguntó Mason mientras se sentaba detrás de mí y empezaba a peinarme el pelo. Era una costumbre que teníamos de pequeños y yo no me quejaba.

—Horrible—dije con un quejido—. Tengo ganas de volver a irme—añadí en voz baja cuando ví entrar por la puerta a Alexei. Estaba serio y evitaba mirarme a la cara.

—¿Cómo lograste salir?—me preguntó Willow y la pregunta me pilló por sorpresa. Me había encontrado a mi misma mirando fijamente a Alexei.

—Un mago nunca desvela sus secretos—dije cuando Alexei se paro a escasos metros de nosotros. Sabía de sobra que escucharía toda nuestra conversación a partir de ahora.

Willow rodó los ojos y empezó a estirar en el suelo. Siempre ha sido una buena atleta. Intentamos convencerla durante años para que entrara en el equipo de atletismo pero siempre se negaba.

Mason acabó de hacerme una cola de caballo y me giré para sonreírle. Me levanté y me senté a su lado mientras mirábamos como Willow estiraba sin dificultades. Minutos después, el profesor de defensa personal apareció con una carpeta en la mano y un silbato colgando.

—Buenas tardes chicos—dijo y todos los demás alumnos se sentaron alrededor nuestro—. Hoy comprobaremos si vuestros "talentos" siguen activos así que por parejas os iré llamando y luchareis hasta que uno de los dos no pueda levantarse. Los guardaespaldas tienen ordenes de no interferir—dijo y se sentó en el suelo—. Si alguien muere no es mi culpa. Ahora a la faena.

El entrenador hizo sonar el silbato y empezó a llamar por nombres a diferentes personas. Los primeros fueron Andrew y Mason. Vi pelearse a Andrew y Mason toda la vida pero el combate de hoy me hizo estremecer. Ambos esquivaban los golpes del otro con una elegancia extrema. Sus esquives y sus golpes estaban perfectamente sincronizados y me pregunté cuánto me habría perdido en estos meses. Los dos habían madurado. Seguían siendo igual de infantiles pero algo en ellos había cambiado. 

Como si hubieran pasado por un infierno.

En combate terminó en el momento en que Mason cayó al suelo bajo el cuerpo de Andrew. Los dos respiraban profundamente y se quedaron mirándose antes de sonreír y chocar los puños. Las chicas empezaron a aplaudir y yo choqué los cinco con ellos cuando se sentaron a mi lado.

—Alucinante—dije mientras Mason se secaba el sudor de la frente.

 El resto de alumnos fueron pasando mientras las horas pasaban. El sol pegaba fuerte en el momento en que el profesor pronunció mi nombre seguido del de Madeleine. Me levanté del suelo y caminé hasta quedar enfrente de ella. Me puse en posición y giré la cabeza para escuchar las instrucciones del profesor. 

Sin embargo, el profesor no acabó una frase que sentí una patada en la cadera lo que provocó que me cayera al suelo. Solté un grito mientras una ola de dolor recorría mi espalda y mi culo. 

—Serás zorra—le dije mientras me levantaba e intentaba estabilizarme. Escuchaba las risas de los demás compañeros y las quejas de mis amigos pero mis ojos estaban puestos en Madeleine, riéndose de mi. 

Me estabilicé e ignorando los gritos del profesor me lancé contra ella. Entonces empezó un combate bastante reñido entre las dos. Las normas eran claras: nada de atacar en la cara o el pecho.

Y efectivamente eso era lo que estábamos haciendo.

Madeleine intentaba darme patadas en el pecho mientras yo intentaba darle puñetazos en la cara. Ambas esquivábamos los ataques de la otra. No era difícil predecir los movimientos. Madeleine nunca aprendió muy bien a luchar y se podía leer sus movimientos. Y yo... estaba siendo repetitiva en mis ataques. 

La bronca de Alexei será enorme después.

A pesar de que era bien entrada la tarde, el sol aún pegaba fuerte lo que provocaba que todo el sudor de mi cuerpo estuviera pegado a mi ropa. Las gotas de sudor caían de mi frente mientras mi cuerpo luchaba. Apenas oía a mis compañeros hablar o gritar. Mis ojos estaban fijos en los brazos y piernas de Madeleine.

Hasta que vi una figura a lo lejos.

Era pequeña. Quizá no medía más de metro cincuenta-y-cinco. Tenía una capucha negra y estaba apoyada en lo alto de un árbol. Normalmente una persona no se habría fijado en ella pero el reflejo de algo metálico en sus manos me hizo parar en seco.

Un cuchillo.

Alargó la mano y la alzó hacia atrás sosteniendo en sus dedos el cuchillo. Se apoyó fuertemente en el árbol y apuntó fijamente a la cabeza de Madeleine. 

O la mía.

Entonces vi por el rabillo del ojo el brazo de Madeleine intentando darme un golpe en el pecho. Su brazo iba directamente hacia mi corazón y supe que si me daba, me dolería bastante el cuerpo de un rato.

Y entonces la reduje. Me moví unos centímetros hacia el lado y cogí su muñeca con su mano. Madeleine soltó un grito ahogado. No se esperaba ese movimiento. Y entonces, mi cuerpo reaccionó solo. Le di un golpe secó en su codo.

Se escuchó el sonido de su brazo romperse y el silencio a continuación. 

Si hubo gritos por parte de todos los presentes no lo sé. Mi vista se fijó en la figura apoyada en el árbol. Había bajado el cuchillo y miraba atentamente la escena. Entonces, negó con la cabeza y con un salto, despareció de mi vista.

—ESTÁS LOCA—gritó Madeleine desde el suelo y volví a la realidad. Estaba en el suelo llorando mientras el profesor, su guardaespaldas y sus amigas la socorrían. Tenía el brazo en una postura que no auguraba nada bueno. Sentí una mano en mi hombro y me giré para abrazar al susodicho.

Era Alexei.

—Esta loca—seguía diciendo Madeleine desde el suelo mientras lloraba—. Ha intentado matarme. ¿Va a expulsarla verdad?

—Yo dije que no me hacía responsable si alguien moría—soltó con un bufido.

Miré a Alexei a los ojos e intenté hablar. Intenté contarle lo de la figura en el árbol pero Madeleine soltó una frase que me dejó helada.

—Ha luchado como una renegada.


The Royal AcademyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora