Capítulo 25

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—¿Qué demonios estoy haciendo yo aquí?—preguntó Anastasia mientras se llevaba su taza de té a los labios. Un mechón salvaje de su pelo negro se cayo enfrente de su cara y se lo apartó con un gesto de la cabeza—. No es que este sitio tenga mucha clase.

¿Recordáis que os dije que Madeleine era lo peor de lo peor? Me equivoqué.

Hay alguien peor.

—Anastasia—dije dejando mi taza de té fuertemente en la gran mesa redonda dónde estábamos todos—. Si no te gusta puedes irte a la reunión con tus dos padres.

Mason, sentado a mi derecha, me apretó la rodilla por debajo de la mesa indicándome que me relajara. Le miré y le dediqué mi mayor sonrisa. Mason se estremeció y se desabrochó la corbata de su elegante traje.

—No me malinterpretes—dijo con una sonrisa y se levantó de la silla. Su vestido azul eléctrico, palabra de honor, brilló con el reflejo de la gran lampara de araña encima de nuestras cabezas y no pude evitar hacer una mueca de asco—. Este sitio es... encantador.

La miré con una ceja levantada y miré la habitación. Era una sala de reuniones que mi padre utilizaba a menudo. Tenía suelo y paredes de mármol blanco y varios cuadros colgados en las paredes. Detrás de anastasia se encontraban cuatro enormes ventanales que por la mañana emitían una intensa luz solar.  Aparte de eso, la sala no tenía mucho mas: la mesa rectangular había sido sustituida por una enorme mesa redonda para que hubiera más complicidad entre todos.

—Entonces—le dije—. Vuelve a tu asiento, por favor. Estamos a punto de escuchar las propuestas de Trevor para resolver el problema goteras de la Royal Academy.

Anastasia me sonrió falsamente y volvió a tomar asiento al lado de Madeleine. Ésta le dedicó una sonrisa y yo rodé los ojos. Madeleine había vuelto a su anterior actitud: despreciable. Parece que el incidente con William ya se le había olvidado.

Trevor se levantó de su asiento y se acomodó su traje. Después de toser dos veces empezó a relatar el gran problema de goteras de la Royal Academy. Trevor era varios años mayor que nosotros y ya había acabado la Royal Academy. Era el hijo del Rey Eduard Longville y la reina Leyla Longville. Eran los reyes de un pequeño reino muy al oeste de aquí. Eran muy pacíficos y siempre traían galletas a las reuniones. Costumbre, que por cierto, también había heredado Trevor porque nos había traído una bandeja entera.

—Como sabéis, nuestra Royal Academy es muy antigua y llena de tradición—empezó Trevor acomodandose su pelo castaño—. Posee un gran terreno fértil y húmedo, sobre todo debido a los antiguos pasajes de agua que se construyeron hace muchos años bajo su suelo, que luego se convirtieron en cloacas para la evacuación de los desechos humanos...

Desconecté de sus palabras y me dediqué a comer galletas mientras observaba a los asistentes: Willow a mi izquierda se miraba con ímpetu sus bonitas uñas rojas a juego con su vestido mientras se aguantaba las ganas de bostezar; Andrew estaba completamente dormido mientras de su boca caía baba que manchaba su increíble gabardina blanca propia de su reino; Alexander a su lado escuchaba atentamente a Trevor... o estaba en un viaje astral; Anastasia estaba hablando con su teléfono; Madeleine estaba peinando su cabello con los dedos; y varios herederos al trono más mayores que nosotros estaban simplemente ignorando a Trevor.

—Por eso creo que deberíamos fomentar el uso de materiales aislantes a bajo precio para hacer de la Royal Academy un lugar mejor—acabó Trevor y nadie aplaudió.

Nos quedamos en silencio y los herederos mayores (cuyo nombre nunca me acuerdo) empezaron a aplaudir suavemente.

—Yo creo—dijo Anastasia—. Que hay que reformar el instituto entero. Ya sabéis: cambiar los tejados, las paredes, hacerlo más luminoso, crear un spa de relajación...

—¿Y lo pagas tú?—preguntó Alexander con una sonrisa—. Si lo pagas tú tienes mi voto.

—Coincido con él—solté—. ¿Sabes lo caro que sería todo eso? ¿Y cómo lo financias?

—Con una subida de impuestos—soltó directamente.

La miré incrédula. Como si subir impuestos fuera como cambiar de ropa interior. 

—Anastasia querida—dije—. Eso solo empeora las cosas.

—Tu padre estafa a este reino y nadie le dice nada—soltó.

Mi cerebro tardó en reaccionar varios segundas.

—Perdona mi ciela—dije y me aparté el pelo de la cara. Noté como absolutamente todos estaban pendientes de mi reacción—. ¿Puedes repetir eso? Creo que todo el Botox en tu cara han hecho que tengas un cortocircuito.

—Ya sabes querida—dijo y jugó con su cabello—. Son fuertes rumores. Tu padre sube los impuestos para quedarse el dinero—lo apartó y puso un dedo en sus labios—. ¿O era para gastárselo en putas? No me acuerdo.

—Maddie cariño—dije y ésta fijo su mirada en mí—. Parece que no serás la única con una nariz nueva.

Anastasia se puso a reír. 

—Perdona—dijo—. Creía que lo sabías. No te sientas mal—dijo—. Se que a tu padre le gusta mucho el dinero.

Me levanté de la silla pero Mason me retuvo del brazo y me sentó. Agradecí que no hubiera guardias dentro de la sala.

—Emily—dijo mirándome—. Sabes que es verdad. Por ese motivo, tu padre me ha "vendido" los servicios de Alexei.

Un silencio sepulcral se cernió sobre la sala mientras todo el mundo estaba con la boca abierta mientras que Alexander hizo un "uhhh" por lo bajo.

—Explícate—le exigí.

—Verás — dijo—. De por sí, puedo obtener todo lo que tenga pero Alexei siempre me llamó la atención. Ya sabes—dijo con una vocecilla irritante—. Es guapo, fuerte y estoy segura de que proviene de mi reino. El apellido es propio de ahí. Así que—cogió su taza de té y se la bebió—lo pedí. No solo para ser mi guardaespaldas... ya sabes lo que digo querida.

Recordé entonces la conversación entre ella y Alexei en la cafetería. Estaba coqueteando con él mientras le ofrecía un trabajo nuevo con condiciones muy dudosamente respetables.

—¿Cómo si fuera un objeto?—pregunté enrabiada.

—Sí—soltó sin escrúpulos.

Una rabia interna muy fuerte me invadió: rabia por las palabras de Anastasia, rabia por como hablaba de Alexei, rabia porque Alexei no me había dicho nada, rabia porque mi padre tampoco me había dicho nada, rabia por tener que separarme de él, rabia por ver como a lo tonto he perdido una parte importante de mí.

—Aún así—soltó un suspiro—. Aunque conseguí el apruebo de tu padre, es Alexei quién debe decidir. Y aún no tengo respuesta.

Empecé a hiperventilar de rabia y Andrew y Mason me cogieron cada uno de un brazo y me obligaron a sentarme. Me dieron mi taza de té y me la bebí de un trago.

—Si acepta te invitaré a nuestra boda—soltó y levanté la cabeza—. Siempre hacen falta camareros o servicio de limpieza.

Dejé suavemente la taza de té en el platillo que la acompañaba y la aparté un poco hacia mi derecha. Levanté la cabeza y le sonreí a Anastasia.

¿Cómo dijo Robert? Así: no te dejes pisotear.

—Estaré encantada de asistir—dije y mis amigos me miraron con los ojos como platos—. Porque barreré el suelo con tu pelo—dije y salté encima de la mesa para lanzarme contra ella.




The Royal AcademyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora