Capítulo 16

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Le di un mordisco a mi tostada mientras miraba el infinito en el comedor. Me había levantado más temprano de lo habitual ya que apenas había dormido después de ese sueño... interesante. Alexei estaba parado pocos metros detrás de mí y no me atrevía a mirarle a la cara. Aunque él tampoco tenía interés en conectar su vista con la mía. Cada vez que intentaba mirarle, el recuerdo del sueño venía a mi mente y me ponía roja.

Me acabé la tostada y cogí mi vaso para acabarme la leche. En el momento en que baje el vaso para dejarlo en la mesa, Alexander apareció de la nada enfrente de mí. Di un salto del susto y me puse la mano en el corazón. 

—Que susto me has dado—exclamé. Dejé el vaso en la mesa y cogí una servilleta para limpiar el desastre. Sin embargo, la mano de Alexander tomó la mía y la apartó suavemente.

—Mi culpa—dijo—. Yo limpio.

Alexander tomó la servilleta de mi mano y empezó a limpiar lentamente la mesa. Me permití observarlo: llevaba la corbata desatada y un polo blanco con ambos botones desabrochados. Su pelo caía despreocupadamente por su cara y con cada movimiento que hacía, sus músuclos se marcaban.

—Listo—dijo—. ¿Cómo has dormido?—me preguntó mientras me miraba con una sonrisa. 

Iba a responderle pero el camarero se adelantó y le preguntó secamente por el desayuno. Fruncí el ceño y observé como Alexander se levantaba para ir por su desayuno. ¿Por qué el podía y yo me ganaba una bronca? Cuando volvió a sentarse enfrente de mí, lo entendí todo.

No tenía guardaespaldas.

—¿No tienes guardaespaldas?—pregunté y él me miro antes de darle un bocado a su tostada.

—El armario empotrado del fondo—dijo con el dedo y giré mi cabeza a la dirección que me señalaba. En una esquina del comedor, alejado del resto de guardaespaldas, se encontraba la persona más grande que había visto. Debía medir al menos dos metros de altura y era un autentico armario. A su lado, parecía una estatuilla de decoración. Era calvo y tenía el semblante serio.

—Parece que te va a matar con sus propias manos—dije estremeciéndome. 

—Tiene una colección de patitos de goma—dijo Alexander riéndose.

—¿Me estás vacilando?—pregunté.

—Sí—dijo mientras comía—. La verdad es que la colección es de unicornios.

No pude evitar reírme y Alexander empezó a reír conmigo. Empezamos a hablar de su colección de unicornios hasta que una palmada en mi espalda me hizo girar. Mason se sentó a mi lado y me di cuenta de que su vaso de leche estaba vacío. 

¿Cuánto rato llevábamos hablando?

—Hola—dijo mirándome—. Que fea estás—le pegué en el brazo y fijó su vista en Alexander—. Hola guapo, ¿estás libre esta noche?—preguntó con cara pícara.

—Para ti cuando quieras hombretón—respondió mientras le guiñaba el ojo. 

—Esta noche a las doce—le dijo Mason y Alexander le guiñó un ojo. Miré divertida a ambos y los dos empezaron a reírse. Justo después empezaron a hablar del último partido. Willow y Andrew no tardaron en unirse y los cinco empezamos a reírnos.

Todo eran risas hasta que apareció cierta rubia oxigenada.

—¿Qué coño haces aquí?—preguntó una vez llegó a la altura de nuestra mesa.

—Desayunar imbécil—le respondí sin contenerme.

—No te lo digo a ti Emily—dijo Madeleine y la miré fijamente. ¿Desde cuándo me llamaba por mi nombre y no un insulto?—. No deberías juntarte con él—dijo mirando fijamente a Alexander.

—Pareces conocerme—dijo Alexander levantándose y poniéndose enfrente de ella. El comedor se quedó en silencio y el único que se acercó fue el guardaespaldas de Madeleine—. Pero yo estoy seguro de que no recuerdo una chica con problemas de confianza tocándome los huevos.

Madeleine se acercó más a él y su rostro se ensombreció. 

—No me das miedo estúpido paria.

Alexander sonrió de lado y tras hacer un saludo con dos dedos en su frente salió del comedor seguido por su armario empotrado. Hasta que Madeleine no le dio una patada a la silla, no me di cuenta de que había estado conteniendo el aliento. 

¿Alexander era un renegado? 

—Me sorprende que te juntes con uno de ellos—dijo Madeleine apareciendo a mi lado. La miré fijamente a los ojos y por una vez en mi vida, no noté que fuera ella misma—. Sobre todo después de lo de tu madre.

Me quedé congelada por esas palabras. ¿Que tenía que ver mi madre con los renegados? Intenté llamar a Madeleine pero las palabras no salían de mi boca. Lo único que vi fue a Madeleine saliendo del comedor y los ojos de Alexei encima mío, esperando una reacción violenta por mi parte.

¿Qué demonios está pasando?

The Royal AcademyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora