Bosque

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La luna brillaba en lo alto del firmamento como si quisiera ser la guía de un destino, un destino anhelado. Y sólo así tal vez, el chico que observa a detalle aquel hermoso satélite con nostálgica sonrisa pueda sentirse mejor al estar dejando atrás lo que una vez creyó eterno.

Pero inevitablemente una traicionera lágrima baja manchando su suave mejilla, la limpió de inmediato casi como si quemara, había derramado las suficientes lágrimas por un recuerdo, era momento de avanzar, esas eran las palabras dichas por su padre la noche anterior, prácticamente exigiendo su regreso.

Y ahí en los asientos traseros, un afligido joven tratando de alejar la sensación de pérdida de su corazón buscó refugio en el cielo nocturno, en especial cuando hoy enfrente de todo el auditorio, donde se realizaría el baile de graduación, Mew Suppasit presentaría a Kongphob como suyo y ya nada podría hacer, nada.

Sin embargo, hoy la Diosa Luna se apiadó de las dos almas vagantes que aún se buscan entre la densa tiniebla y el oscuro pasado.

—¿Kong? ¿Kongphob? —expresó algo sorprendido y extrañado.
Al observar el rostro desorientado del hombre que creyó jamás volver a ver.
Se quedó tan perdido en la impresión y la confusión de esa aparición que solo pudo reaccionar al escuchar unos suaves pero firmes golpes en el vidrio.

—Ayuda… —muy al contrario de Arthit, Kongphob logró notar que ese automóvil no era enviado o aliado de su captor.
Pero tampoco pudo contener su sorpresa al notar a quien le pertenecía —¿Arthit?
Caminó acercándose, creía que sus ojos lo engañaban.

—¿Qué haces aquí? —fue lo primero que le preguntó Arthit al tenerlo cerca.

Kongphob dudaba si debía o no confiar en él, ya que dudaba que su "enemigo" le tienda una mano.

—Ayúdame —murmuró rendido, toda su energía estaba abandonando su cuerpo. Está seguro que no podrá seguir sin apoyo. Y así fue, apenas y logró sentir unas manos sujetándolo para que no caiga de lleno en el suelo.

Arthit se asustó al ver a Kongphob desvanecerse en sus brazos, con cuidado acomodó el cansado cuerpo en los asientos traseros, apoyado la cabeza del pelinegro en sus piernas.

—Vamos — ordenó, y mientras el automóvil avanza por el denso bosque, su dedo índice delinea con suavidad las masculinas facciones de Kongphob, nunca lo había tenido tan cerca. —Eres tan hermoso — susurró en baja voz.

Al frente Mike hizo como si no hubiera escuchado nada, sabía que este momento era especial para su sobrino, por fin después de mucho tiempo podía observar lo feliz que está por tener a ese - inconsciente - hombre entre sus brazos. Arthit tenía razón, el destino los uniría de nuevo.

Habían transcurrido alrededor de unas tres horas cuando por fin pudieron llegar a su destino

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Habían transcurrido alrededor de unas tres horas cuando por fin pudieron llegar a su destino. El padre de Arthit los esperaba en la puerta con una gran sonrisa que se fue desvaneciendo al ver a otra persona más.

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