21. Desarraigado

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Satoru siempre había querido tener un lugar al que llamar hogar. Durante un tiempo, ese lugar fue la vieja casa familiar en Hokkaido, con Kaede-san y su esposo, sin embargo, el lugar no volvió a ser lo mismo una vez que Haibara de mudo a Tokio, y Kento se fue a Nueva York.

Después, fue ese departamento/estudio que un conocido de Kento les rentaba en Madison Avenue, en el que vivieron con Yuta una temporada. Kento siempre dijo que era demasiado pequeño para tres personas, Yuta, que necesitaba una remodelación urgente, pero a Satoru le parecía acogedor, especialmente cuando Kento se ponía a hornear para él y todo el lugar olía a canela. Más de una vez, alguna de las vecinas tocó a la puerta para preguntar qué era lo que olía tan delicioso, Satoru amó poder presumir a su novio, aunque Kento siempre se quejó del exceso de atención.

El departamento que compartían ahora fue un obsequio que sus padres le dieron cuando cumplió veinte años y valía una pequeña fortuna. Sin embargo, a pesar de la vista o lo espacioso que era, Satoru difícilmente lo llamaría un hogar: Primero porque había temporadas en las que apenas ponía un pie en el lugar; segundo, porque ni siquiera estaba seguro de conocer lo que había en el departamento, una vez, Yuji le dijo que accidentalmente rompió una de sus cerámicas. Cuando Satoru le dijo que no sabía que tenía cerámicas, Yuji se puso a llorar de alivio, porque según internet la figura era costosa.

Y tercero, el lugar lo hacía sentir intranquilo, como si siempre lo estuvieran vigilando. Se lo mencionó a Kento poco después de que él se convirtiera en el CEO de la empresa familiar, fue uno de esos fines de semana en los que todavía tuvieron oportunidad de holgazanear un poco, pero a diferencia de su novio, Satoru no logró quedarse quieto.

Kento finalmente se cansó de verlo de un lado a otro y le preguntó qué le ocurría y no tuvo más opción que responder. Juntos, llegaron a la conclusión de que se debía a que sus padres se lo regalaron, Satoru trato de convencerlo de que vendieran el lugar y se mudaran, Kento consideró que no era prudente, al menos no todavía, y le prometió que comprarían un lugar que realmente le gustara.

Satoru no veía la hora en que Kento cumpliera con su palabra.

Agotado después de un mes de grabaciones fuera de Tokio, Satoru volvió a su departamento en azaba deseando poder recostarse junto a su novio y dormir hasta que el verano terminara (entre otras cosas). No obstante, recordó que Sukuna llevaba quedándose con ellos por al menos dos meses y que, si él estaba ahí, era probable que su gemelo y Megumi también lo estuvieran, por lo que no tendría la privacidad para hacer todo lo que quería.

De algún modo esperaba encontrar el departamento en silencio y oscuridad. Sin embargo, se sorprendió cuando en la puerta lo recibió el aroma a canela y azúcar, y el sonido de una guitarra al fondo de la habitación. Satoru se apresuró a sacarse los zapatos y dejó su maleta junto a la puerta, antes de dirigirse a la cocina, en dónde encontró a Kento preparando masa para pan.

—Estoy en casa —dijo para llamar su atención, Kento levantó la mirada y le sonrió—. No recuerdo la última vez que te vi usando esta cocina...

—Desde que estoy aquí no deja de cocinar —murmuró Sukuna con la cabeza metida en la nevera. Satoru ni siquiera lo había visto entrar.

—Si no lo hago, tú y Megumi intentarán sobrevivir solo de ramen instantáneo y galletas —regañó Kento en un tono demasiado paternal que hizo que el corazón de Satoru diera un vuelco en su pecho.

—No es tan malo como suena —se quejó Sukuna guardando la jarra de jugo de vuelta en la nevera—. Como sea, hola, gracias por dejarme quedar en tu casa, tío Satoru.

—Cuando lo dices así, me dan escalofríos —se quejó Satoru. Sukuna se rio mientras salía de la cocina con dos vasos de jugo—. ¡Dile a Megumi que venga a saludar a su hermano!

—¡No eres mi hermano mayor! —respondió Megumi desde el pasillo, antes de dar un portazo por el cuál salió a disculparse con Kento.

Cuando Satoru devolvió su atención a su novio, este estaba negando con la cabeza, aunque la sonrisa en su rostro indicaba que no estaba del todo enfadado.

—Eres como un niño, Satoru.

—¿Mnh? —el aludido ladeo la cabeza fingiendo inocencia—. Solo intentó que me consideren uno de ellos, ya sabes para ganarme su confianza —añadió acercándose a Kento por la espalda, para abrazarlo la cintura.

—Satoru... —dijo Kento en un tono de advertencia cuando le hizo cosquillas en el cuello con su nariz.

—Te extrañé.

—Y yo a ti, amor —se quejó—. Pero ahora estoy cocinando.

—Ahora envidió a los niños —suspiró Satoru alejando sus manos de Kento—. Cuando me casé contigo no pensé que preferirías a los niños —bromeó.

—Si te vas a poner celoso de los niños, quizá no sea buena idea tener niños —respondió Kento mientras sacaba una bandeja de roles de canela del horno.

—Mejor dí que no quieres casarte conmigo —gruñó cruzándose de brazos y recargándose contra el mostrador donde no le estorbaba el paso a su novio

—¿Estás tratando de iniciar una pelea, amor?

—Tengo hambre y estoy cansado... —admitió Satoru a regañadientes. Kento se rio y comenzó a limpiarse las manos con una toalla, Satoru lo miró con anticipación. Finalmente él se acercó y lo envolvió en un abrazo de bienvenida.

—Prepararé lo que quieras —dijo dejando un beso sobre su cien—. Solo tienes que pedirlo.

Satoru suspiró, relajándose contra el pecho de su novio, pensando en lo mucho que deseaba tener a Kento de esa manera, más a menudo.

Falling for U #4: You're the One I Want [NanaGo] [Jujutsu Kaisen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora