34. Dispara al corazón

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Para el resto del mundo, Kento era un hombre demasiado serio. Demasiado centrado. Demasiado aburrido. Demasiado frío. Demasiado indiferente. Durante años, Satoru había respondido preguntas acerca de su relación, sin embargo era imposible que los demás lo comprendieran del todo, porque el mundo no conocía a Kento de la misma manera que Satoru lo hacía, y no existían palabras suficientes para hacerles entender.

Para el mundo, Kento era demasiado, para Satoru, él era suficiente y un poco más.

Kento no demostraba su amor con grandes escenas dignas de una película romántica, pero Satoru jamás había dudado de sus sentimientos: El amor que Kento sentía por él se demostraba en la manera en que tomaba su mano solo porque podía; o en la forma en la que se inclinaba hacía él para escuchar sus chistes sin gracia cuando andaban en la calle.

Kento le demostraba amor cuando, a pesar de que no era adepto a muestras de afecto público, aceptaba sus besos rápidos en la fila del supermercado, o cuando permitía que Satoru se colgara de su brazo para mantenerlo cerca mientras paseaban a su perro.

El amor de Kento estaba en todos esos panes horneados que Satoru había comido durante años y de los que estaba seguro de que nunca se cansaría. Estaba en esa vieja moneda de la suerte que colgaba en el cuello de Satoru desde el día que se la obsequio y también estaba en la forma en la que cuidaba ese viejo dije de corazón, a pesar de que hacía años que Satoru perdido su mitad.

Y por todo eso y más, Satoru supo que algo grande, algo importante iba a pasar en el mismo segundo que Kento le dijo que lo acompañara el fin de semana a Hokkaido para visitar a su madre. No dijo nada cuando, tres días antes del viaje se dio cuenta de que tenían reservaciones en el hotel Swiss Inn y entradas para el observatorio del monte Moiwa, ni tampoco cuando encontró el recibo del pago de una joyería en el bolsillo de la camisa que estaba a punto de arrojar a la lavadora...

O al menos no le preguntó a Kento directamente, porque sentía que se estaba esforzando por hacer algo que salía de su zona de confort y no quería estropear la sorpresa. Sin embargo, no pudo resistir la curiosidad y terminó hablando con Choso y la señora Kazumi, quienes por supuesto desconocían los planes de Kento, pero ellos estuvieron de acuerdo en que no se necesitaba ser un genio o un adivino para darse cuenta de que Kento iba a pedirle matrimonio.

Y eso era genial.

Era estupendo.

Magnífico.

Lo había estado esperando por tanto tiempo.

Y estaba aterrado.

Desde aquella fiesta de compromiso planeada secretamente por sus padres, que por poco los hizo romper, Satoru no había vuelto a mencionar nada que tuviera que ver con una boda o un compromiso, y Kento, en realidad, nunca pareció muy entusiasmado con la idea. No obstante, ahora se daba cuenta de que algo debió cambiar en su relación para que él decidiera que quería dar ese paso, lo que, una vez más, era genial.

—¿Qué debería ponerme? —preguntó Satoru mostrándole a Kento un par de trajes que le parecían apropiados.

El rubio, que estaba acomodándose las mangas de la camisa azul que Satoru le había regalado en su cumpleaños se encogió de hombros, antes de responder: —Usa lo que te haga sentir más cómodo.

—Eso no me ayuda —respondió Satoru—. ¿No vamos a hacer senderismo o si? —cuestionó, preguntándose si tal vez se había equivocado con las señales y sólo se trataba de una cita tardía por su séptimo aniversario.

Kento suspiró y se sentó a la orilla de la cama, antes de hacer una señal a Satoru para que se acercara. Sabiéndose descubierto, Satoru dejó sus trajes sobre la percha antes de ir a sentarse sobre el regazo de su novio.

—¿Qué es lo que sabes? —preguntó Kento con resignación.

—¿Sobre qué...? Eso es muy ambiguo —atinó a decir, Kento le dedicó una mirada de advertencia para que dejara de hacerse el gracioso—. Pienso que tal vez, ¿vas a pedirme matrimonio esta noche?

—No se te escapa nada, ¿verdad Sato? —Kento rozó su nariz contra el cuello de Satoru, quién se retorció un poco debido a las cosquillas.

—Quizás fuiste un poco obvio —suspiro.

—¿Vas a decir que sí, verdad?

—Tienes que seguir tu plan y averiguarlo en el momento, Ken —tarareó Satoru antes de dejar un beso sobre sus labios—. ¿Entonces, qué debo usar? —insistió.

—Lo que quieras, sabes que me gustas sin importar lo que uses o no —susurró mientras su mano se colaba debajo de la bata de Satoru y sus dedos se deslizaban por su columna.

—Nadie me creería si les dijera todo lo que me dices con esa expresión tan seria —murmuró sintiendo su piel erizarse bajo el toque del otro.

—Bueno, no espero que nadie más que tú lo sepa —se rio, cediendo al suave empujón.

—¿Tenemos tiempo? —preguntó Satoru jugueteando con el nudo del cinturón de su bata, como si realmente le importara el cronograma y fuera a contenerse aun si Kento decía que no.

—Para tu suerte —comenzó a decir mientras tiraba del cinturón—. Te conozco lo suficiente como para prevenir que esto pasaría.

Satoru se rio, decidiendo una vez más, que Kento era todo lo que alguna vez había soñado.


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n/a:

Holis, hoy llegue a tiempo, algunas notas para hoy, el titulo viene de la canción Hysteric Bullet, no entiendo muy bien la metáfora de la canción y no creo que se ajuste de todo al fic, pero me gusta el concepto general así que decidí dejarlo (igual si la escuchan díganme que piensan).

En otras cuestiones, tenía pensado llegar hasta el día 15 con este fic, pero por el ritmo que llevó y la cantidad de palabras que estoy escribiendo diario, creoo que será un poco más corto de lo que esperaba, pero como no estoy segura lo dejo como una advertencia no más.

Eso es todo por hoy, gracias por leer, recuerden que pueden activar los subs en español para ver la letra de la canción uwu.

Falling for U #4: You're the One I Want [NanaGo] [Jujutsu Kaisen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora