27."Beach Party (Parte II)"

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Nerea
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En ocasiones, huir se tornaba la salida más fácil. No era cobardía, era instinto de supervivencia del alma.

Mi corazón se ralentizó bloqueando la labor efectiva de las neuronas, porque solo bastaba un ligero movimiento manual o unas pocas palabras planificadas para derrumbar hasta el más fuerte de los castillos.

—¡Nerea, espera! —Los gritos de Alex se tornaron desgarrados—. Necesito explicarte.

En menos de veinte minutos, la vida me proporcionó un azote en el cuerpo entero, donde las magulladuras internas dolerían por un tiempo.

Corrí hasta alejarme a una zona de la playa menos cargada. La arena me sostenía los pasos como si fuera cómplice de un Alexandre desaforado corriendo detrás de mí.

Una brisa salada hizo que se metiera arenilla a mis ojos. Mis pies disminuyeron la velocidad trayendo como efecto secundario que el brazo de Alex me atrapara forzudamente. No era la primera vez que mi cara colisionaba contra su pecho, pero esta vez sentí mayor necesidad de alejarme.

—¡Suéltame! ¿Qué quieres de mí?

Logré voltearme pero sus voluptuosos brazos lograron cerrarme como un candando. Mi espalda quedó pegada a su torso, estaba inmovilizada.

Alex era mi camisa de fuerza.

—Necesito que me escuches —susurró contra mi oído—. Lo que viste no es lo que parece.

Típico de los hombres, alegar como incierto un hecho que viste con tus propios ojos. Me sentía abatida mentalmente, como si un dragón hubiese incinerado gran parte de mis sentidos.

—Ya esto es demasiado hasta para ti. Yo sé lo que vi.

Me giró bruscamente, hasta quedar a centímetros de su opaco rostro. Sus orbes oculares poseían un ligero color rojo. Su respiración estaba cimentada con un olor etílico característico.

Parecía que haya estado sufriendo por algo, pero, ¿por qué?

—Esa chica no significa nada para mí. ¡Debes creerme!

—¡Suéltame! —Logré zafarme impulsivamente—. No tienes que darme explicaciones, ya comprobé que entre tú y yo no existe nada.

Sus facciones se formaron dolorosas, pero era un dolor satinado con furia. Su boca se preparó para decir algo, pero los gritos de Derek corriendo hacia nosotros lo interrumpieron.

La distancia entre Alex y yo era prudente. Derek se acercó asustado, tomando mi rostro entre sus manos, observé a Alex de soslayo y sus puños estaban comprimidos hasta volverse blancos por la presión ejercida.

—¡Aléjate, Derek!

Probablemente, Isabella le advirtió sobre lo ocurrido en el baño.

—Escúchame, no le creas a Isabella. —Hizo el ademán de acercarse, pero caminé en reversa—. Princesa, yo te amo.

Frente a un juicio social se condenaría mi posición como hipócrita, porque a fin de cuentas, yo también lo había traicionado con su mejor amigo, pero innegablemente, ver a Alex devorando a esa chica magnificó la sensación de sentirme usada.

Desordenas mi vida [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora