30."La casa de campo"

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Alex
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El interior de la casa estaba perfectamente conjuntado para nuestra estadía. Josefina, la encargada del cuidado semanal de este lugar, hacía bien su trabajo.

La decoración veraniega y de aspecto rústica era el aliciente perfecto para cualquier tipo de retiro espiritual.

Vislumbré en una zona de la pared, las pequeñas marcas que nos hacía mi madre a Atenea y a mí para medir nuestro crecimiento. A pesar del gusto refinado de Sophie, jamás las borró. Era parte de nuestra historia.

Exactamente siete minutos después Nerea iluminó su entrada, sabía que al final cedería.

—Quiero que sepas que si estoy aquí es porque no puedo ir caminando hasta la ciudad, pero te juro que cuando tenga la oportunidad te quitaré las llaves del coche, me iré sin pensarlo y te dejaré aquí.

Toqué mi pecho en señal de dolor.

—Sé que al final te remordería la conciencia y regresarías por mí.

Me observó incrédula.

—Dame las llaves y te demostraré que estás equivocado.

—¡Qué lástima! Creo que me voy a quedar sin comprobarlo. Escondí las llaves en un sitio de esta casa, y ahora no recuerdo donde fue. Creo que me estoy haciendo mayor.

La yugular en su cuello comenzaba a tiritar. Se estaba contendiendo, la conocía.

Me dirigí a la habitación principal y recordé que el armario contenía una dosis de ropa, ideal para una jornada en el campo. Nerea siguió mis pasos lanzando insultos y órdenes.

—Alex, ¿me estás escuchando?

—Lo mejor será comenzar temprano.

—¿Eh?

—Estamos en el campo Nerea, aquí no hay servicio de pizza a domicilio. Buscaremos nuestra comida.

Rió frustrada tocando sus sienes.

—A ver si entiendo. Tú me trajiste a este lugar fantasma en el mapa en contra de mi voluntad, pretendes retenerme en este sitio sin provisiones y aun así quieres que te ayude a buscar comida. Tú estás mal de la cabeza, ¿es eso?

Sé que estaba mal de la cabeza. Cuando se trataba de Nerea no razonaba, pero necesitaba pasar tiempo a solas con ella. Aún me hervía la sangre al recordar a Cristian cerca de ella.

—Estaremos aquí el tiempo que sea necesario. —Me fui acercando a ella—. Buscaremos comida y tú me ayudarás, porque si te dejo aquí sola vendrá el loco de la motosierra a corarte el cabello.

Tocó su cabello instintivamente.

Avancé mientras ella retrocedía, su espalda tocó la puerta del armario. Apoyé mis brazos al lado de su cabeza poniéndola nerviosa.

—No iré contigo a ningún lado.

—Sí lo harás, me acompañarás y recogeremos frutas, verduras y lo que haga falta.

Intentó salir de mi encierro, pero apoyé con firmeza los brazos cerca de su cabeza.

—¿Qué parte no entiendes de que no pasaré la noche aquí?

Desordenas mi vida [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora