21."Fuera de control"

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Nerea
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Ese minuto imperceptible donde la monotonía se congelaba, las leyes de moralidad se quebrantaban y la claridad del pensamiento se ensombrecía. Justo en ese instante, donde la irracionalidad de lo mal hecho se apoderaba de la conciencia y la relevancia de tu cuerpo te traicionaba.

Alexandre enredó mi largo cabello en su puño derecho, como envolviendo un joya para evitar ser robada. Con su mano izquierda sujetaba fielmente mi nuca, con la presión necesaria para profundizar y conocer cada parte de mi boca.

El raciocinio abandonó mi cuerpo, dejándome a merced del desenfreno de las hormonas.

Los jadeos minúsculos provenientes de su garganta imitaban a un drogadicto con síndrome de abstinencia. Me dejé llevar por la ferocidad de sus manos sosteniendo mis piernas, para fijarlas en sus caderas. Sus besos electrizantes acrecentaron una ligera punzada en mi estómago.

Levantó mi cuerpo como un mini peluche y caminó firmemente hasta depositarme encima del capó de su auto. El choque de su pelvis contra mi entrepierna aumentó la temperatura del solitario estacionamiento.

—Eres tan hermosa —musitó cerca de mis labios.

Su olor adictivo causó fallas en mi sistema respiratorio.

—A-Alex..., Alex esto está mal.

Su cabeza se colocó en el interior de mi cuello, marcando pérfidamente sus labios contra mi sensible piel. Al momento, mis fibras capilares erizaron mis poros, como si hubiesen sido sometidas a una poderosa descarga eléctrica.

—No pienses en eso ahora. —Jadeó sus palabras—. Si el diablo pide mi alma a cambio de esto, se la daría con gusto.

Su manera de hablar era un jodido misil detonante de sensaciones en mi cuerpo.

—P...ero, Alex.

—Después arreglamos nuestras cuentas con el infierno —interrumpió mi argumento—. Ahora, vuelve a pegar esa boca junto a la mía o juro que muero si no lo haces.

¿Dónde rayos estaba la vocecita de esa fastidiosa conciencia en el momento que más la necesitaba?

Apartó unos mechones fuera de mi rostro y solo con mirar el rojo intenso de sus hinchados labios volvió a surgir la maldición. Estampamos nuestras bocas, unificándolas como pegatinas de alta calidad.

La presión de su cuerpo contra el mío provocó que varios gemidos brotaran traicioneramente de mi voz. Hundí los dedos en sus suaves y sedosos cabellos.

—Alex...

—Si supieras lo que siento cuando me llamas así. —Mordisqueó el lóbulo de mi oreja.

Sus manos se introdujeron peligrosamente en la parte trasera de mi top, dejando las marcas de sus huellas dactilares en la piel que protegía mis pulmones. Una nube cargada de oxitocina se impuso encima de nuestras cabezas.

Acariciaba ávidamente su abdomen de chocolate. Al instante, colocó sus manos alrededor de mis piernas pegándome aún más contra su cadera. Noté como una ferviente presión se hacía presente en el interior de su entrepierna. Arqueé mi espalda ante el inesperado contacto.

Desordenas mi vida [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora