5."La loca que rayó mi auto"

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Alex
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Soy un puto imán que atraía problemas.

Primer día de clases y me encuentro con una loca en el estacionamiento que rayó mi coche, y todo por un beso. Cuando vi a la fastidiosa de Charlotte acercándose hice lo primero que vino a mi mente para quitármela de encima.

Sé que había estado preguntando por mí durante las vacaciones. Hasta se presentó en casa de mi madre tratando de averiguar sobre mi regreso a la isla. Era de esas chicas pegajosas que creían que porque tuvimos sexo varias veces, ya me iba a casar con ellas.

Por eso digo que soy un imán de problemas, para quitarme una loca de encima me enredo con otra peor.

¡Me rayó el auto!

Definitivamente, estaba mal de la cabeza. Aunque eso no le quitaba lo buena que estaba. Sin duda, el sueño húmedo de cualquier hombre, y esa suculenta boca era para devorársela a besos.

Me la tiraría, sin dudarlo. Le daría tan duro que sus gritos se escucharían en toda la isla.

Ese beso había sido la bienvenida perfecta. No la conocía, probablemente era nueva. Desde que la vi bajarse de su auto con ese jodido jeans. ¿Cómo podía una prenda tan básica quedarle tan sexy a alguien?

Y después ese beso. ¡Joder, de solo tocarla ya me había puesto duro!

Cada vez que oía un insulto, quería empotrarla contra el capó del carro y follármela sin compasión. Aunque tenía que andarme con cuidado. A esas locas había que mantenerlas a raya, traían muchos problemas.

Ella no se había percatado de la presencia de Charlotte, que al ver el beso salió corriendo, probablemente llorando. Por si fuera poco, me pegó. Quien diría que en ese cuerpecito delgado habría tanta fuerza.

¡Ella me las paga!

Observé por última vez la puerta de mi auto, y decidí dejarlo por imposible. Me dirigí al pasillo principal, seguramente allí estarían mis amigos.

Mientras caminaba, podía escuchar los susurros femeninos. Algunas me miraban jugando con su cabello de manera provocativa. No podía negar que tenía cierta fama en el mundo femenino.

—¡No puede ser! ¡El domador de fieras! ¡El que nada con las pirañas! —vociferó Derek imitando la voz de un presentador de peleas de boxeo—. Ha decidido honrarnos con su presencia el mismísimo Alexandre Hilton.

Derek y su sentido del humor.

—Pero, ¿quién tengo ante mis ojos? ¡El enamorado del siglo! —exclamé imitando su tono voz—. ¿Dónde está la afortunada? Nerea, ¿no?

Y como no acordarse de su nombre, Derek la mencionaba en cada llamada telefónica.

A mí me gusta el riego y la adrenalina. Había estado en excursiones por la selva, buceando en una jaula con tiburones hambrientos alrededor, haciendo alpinismo, senderismo, hasta una vez pasé días con una tribu en el Congo africano.

Pero mi viaje este año fue un retiro espiritual, nada de internet, ni dispositivos tecnológicos, alejados de la ciudad junto a un clan budista que ayudaban a conectar cuerpo y mente. Solo permitían hacer pocas llamadas a través de un teléfono del siglo XIX.

Desordenas mi vida [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora