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Marinette salía de la oficina de su jefe junto a su hija.

Después de ese desafortunado momento en que Emma se había perdido y todo el alboroto que había creado –y también haber reprendido a Emma por hablar con extraños– , habían llegado a la oficina de Theo por la anterior petición de éste; Marinette pensaba que el mayor había decidido no aceptarla en el trabajo después de tal escándalo; si eso sucedía no sabría que hacer. Por suerte, solo le había pedido que le explicará su situación actual con su hija, y ella le contó lo que podía sin dar tanto detalle, como beneficio, Theo le había dado un horario de trabajo que podía ser cambiado según sus necesidades con su hija. Algo que agradecía mucho.

—Ya tenemos que irnos Emma.

Marinette caminaba por el pasillo de la mano con su hija, dirigiéndose hacia la salida. Pero las palabras de Emma la detuvieron en seco.

—Mami iremos a comer con el señor Adrien ¿no?

—Ammm...

—¡Mami, dijiste que iríamos a comer helado!—reclamó haciendo un puchero.

Marinette suspiró.

—¿Enserio quieres ir a comer helado?—deseando hacerla cambiar de opinión, y así no ir con Adrien.

Siendo sincera, no quería ir, estaba segura que esa salida de último momento sería muy incómoda. Apenas y conocía a ese hombre, no podía tenerle confianza así de rápido solo por cuidar de su hija mientras estaba extraviada. Sus antiguas experiencias comenzaban del mismo modo:

El hombre demostraba su "cariño" hacia su hija, ella de tonta e ingenua le creía, y al final, se daba cuenta que esas personas solo aparentaban una buena conducta con Emma para pasar un buen "rato" con ella.

Nunca entendió su mala suerte en las relaciones con hombres. Era consciente de su físico –sin ser vanidosa– y que no pasaba desapercibido ante los hombres, incluso mujeres, pero todas terminaban igual, en mentiras para estar con ella y en comentarios obscenos.

Odiaba que ella siempre diera esa impresión a los demás, y estaba segura que este hombre Adrien quería lo mismo.

Salió de sus pensamientos y recuerdos y fijó su mirada hacia abajo, dónde su hija se abrazaba a sus piernas y la veía con ojos de cachorro. Bueno, esta vez podría hacer una excepción.

Sonrió con dulzura y respondió:

—Esta bien, vamos a buscar al señor Adrien.

—¡Sí!

Emma jaló a Marinette de su mano, y la hizo caminar por los pasillos hasta llegar a la puerta que llevaba al taller. La niña solo empujó las puertas y tomando de nuevo la mano de su madre, pasó al otro lado, encontrando a ambos hombres descansando en el suelo, como si no hubieran asientos en el lugar.

—¡Adrien!—llamó la niña, haciendo voltear de inmediato al susodicho.

No le dió tiempo de reaccionar, cuando ya tenía a la niña sobre él, abrazándolo con todas sus fuerzas. Sonrió ante su actitud, pero al levantar la vista y mirar hacia el frente, se encontró con la mirada sería e intimidante de la azabache mayor.

Se tensó y tragó grueso.

Se enderezó y empujó con cuidado a Emma. No podía tener tantas libertades con la pequeña, no cuando su madre lo veía de esa forma, como quisiera estrangularlo y torturarlo de una y mil formas, solo por tomarse esa confianza con su hija.

—¡Adrien, iremos a comer helado ¿Verdad?!—exclamó entusiasmada la niña.

Adrien rió nervioso—Si claro, es lo que habíamos acordado.

ʟɪᴛᴛʟᴇ_ᴇᴍᴍᴀ_|| ADRINETTE_AU_||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora