Era medio día ya, algunas personas iban y venían por las calles, y otras salían de sus trabajos para buscar algo para su almuerzo en alguna cafetería o restaurante cercano. Ese no era el caso de cierto rubio, que se dirigía hacia un lugar en específico y que le traía malos recuerdos.
Adrien miró hacia la vista del edificio por el que se encontraba a punto de entrar; habían pasado unos cuantos días, pero seguía sintiéndose incómodo con este lugar. Le traían malos recuerdos de su infancia que hace tiempo había bloqueado de su memoria, pero era imposible si se encontraba aquí. Lo peor era que tenía que ver con sus padres nuevamente, pero con la única diferencia que en este mismo hospital se encontraba su madre luchando contra el cáncer de pulmón que le habían diagnosticado.
No como su padre, que la única razón por la que estuvo en este lugar que le daba malas vibras, era para despedirse por última vez al no poder sobrevivir a ese maldito accidente de tráfico ese fatídico día. Todavía era un niño en ese entonces y sucedido hace muchos años, pero lo recordaba como si fuera ayer: Enfermeras por todos lados, familiares de pacientes acompañando a sus seres queridos, doctores dando malas noticias, personas llorando por su pérdida, y que lamentablemente, su madre y él estaban incluidos en este último grupo.
¿Por qué la vida había sido tan cruel con él desde una temprana edad? Ese había sido su primer encuentro con la muerte y solo tenía 10 años. Ahora como todo un hombre, debía enfrentarse nuevamente a ella, pero con su madre como protagonista de ello. Debía ser fuerte por ambos.
Suspiró y alejó los pensamientos negativos antes de que su propia mente le jugara una mala pasada y le hiciera pensar que la mujer que le dio la vida podría terminar igual que su padre.
Caminó por el estacionamiento del hospital y llegó hasta la entrada donde había algunas ambulancias y enfermeros llevando pacientes en camillas. Esta vista le revolvió el estómago un poco, respiró hondo y se tranquilizó. No quería que su madre se diera cuenta de su debilidad por estar ahí y hacerla sentir mal, ya era suficiente con que se sintiera una carga para su hijo.
Entró y caminó hacia la recepcionista para informarle de su visita a su madre, y como siempre, desde que su madre estaba internada aquí y venía a visitarla, esta mujer se le quedaba viendo y no tenía vergüenza al comérselo con la mirada y que él mismo se diera cuenta de esto. Negó con la cabeza y siguió con su camino hacia la habitación de su madre cuando la mujer le dio el paso libre.
-No importa cuantas veces venga aquí, aún no me acostumbro a la mirada de esa mujer-murmuró para sí mismo y suspiró. Siempre había odiado ser el centro de atención.
Caminó por los pasillos con olor a desinfectante y medicina, un olor que le traería una mala sensación a cualquiera, porque un hospital sería el último lugar donde alguien desearía estar. Cuando llegó a la segunda planta del edificio y a la habitación que era utilizada por su madre, suspiró para alejar los pensamientos negativos que llenaron su mente cuando llegó aquí.
Tocó la puerta avisando que entraría y luego la abrió, encontrándose con su madre leyendo alguna revista que le habían proporcionado en el hospital. La mujer alzó su vista y sonrió inmediatamente al ver a su hijo entrar por la puerta.
-Hola madre.
-Adrien, que gusto verte aquí.
-Ya vez, siempre encontraré tiempo para ver a la mujer que más amo en este mundo-sonrió y se acercó a la camilla y se sentó en el sofá que estaba al lado de ella-Como de seguro te niegas a comer la comida insípida de este hospital, te traje esto.
-Adrien no debiste molestarte en traer esto, además, pensé que traer comida de afuera a los pacientes estaba prohibido-agradeció ella, pero preocupada por las acciones de su hijo.
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ʟɪᴛᴛʟᴇ_ᴇᴍᴍᴀ_|| ADRINETTE_AU_||
RomanceUn padre es aquel que comparte la sangre con su hijo, eso es lo que dicen. Pero él demostrará que no hace falta que esa niña comparta su sangre para demostrar que puede ser uno para ella; a pesar que la madre no permita su cercanía debido a tantas d...