Capítulo VII. El viaje.

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- Allen Churchill -



Peace Hill.

Un amanecer lacónico...

Dios ha sido piadoso conmigo. En su amor me brindó toda luz. Su amor lo ha transformado en una afectuosa familia nueva; unos increíbles amigos que no pueden comprarse con miles de piedras preciosas. Ellos son perfectos y no los cambiaría por nada. Creo que sería agradable observar cuál sería la cara que pondría Jack al mirarme tan feliz por aquí. Es extraño, pero realmente atesoro estar aquí.

Claro que me he quebrado hasta los huesos por pelear en defensa del débil, y quizás, he llorado frecuentemente por los excesos de las difíciles misiones que se nos presentan, pero... Nada de lo que he hecho por y con ellos ha sido en vano.

El lugar está cerca de la puesta del sol. Es tan bello mirar el gran celeste salir de las rocosas montañas. Contemplar sus franjas de luz que cubren mi rostro; tiñendo mi tez de brillo y dando un nuevo respiro a mis días. Mirar los amaneceres me hacen recordar lo genial que se siente vivir. Claro, me falta mucho camino por recorrer, pero realmente ya no visualizo tantas tragedias y sacrificios innecesarios en mi camino.

Siento que seguir viviendo mi vida tiene un propósito y un nuevo aire de sentido.

Me sentía solo. Vagaba por las sepultadas ciudades caminando en círculos. Dormía en las avenidas con las entrañas vacías. Me escondía de los malos y siempre sentía incertidumbre si algún día podría ser el último que despertaba. Es muy molesto e incómodo dormir en los vagones del tren. Aquellas máquinas de vapor que han estado olvidadas por años. Sus asientos son fríos y exageradamente espaciosos. Son descoloridos por fuera y adentro sin tomar en cuenta los rayones de grafiti. Tras recostarme dentro de estos, hacían notar más mi desgracia hecha una realidad.

Pensé que escapar del hospital donde me resguardaba cuando ocurrió lo de Jack sería una gran idea. Quería escapar de todos. No quería saber de nada ni nadie. Ahora que lo recuerdo claramente, corría lo más lejos posible de todo ser vivo que guardaba en su corazón parte de pecado, y tuve que sobrevivir por mi cuenta después del bombardeo. Sé que quería recordar lo que era estar de nuevo en un hogar. Volver a sentir esos placeres tan jugosos que nos regala la vida. Volver a sentirme querido, y no sentir miedo por padecer falta de comida para el día de mañana.

El amanecer.

Dueño del júbilo de muchos y esclavo del suspiro de otros. Las líneas que lo dividían en tres colores lo volvían uno de los pilares sobre las bellezas del mundo más hermosas que podrían encontrarse en el universo. Uno que se nos ha regalado para aclarar nuestras alegrías sobre los dolores. A pesar de los daños ocasionados en nuestro hogar natural, debido a los conflictos bélicos de hace años es adulador apreciar aquello por cortesía de nuestra madre naturaleza.

El día del viaje por fin alcanzó nuestras pieles...

Era la hora de salir del refugio a tierras lejanas. El día prometido nos ha llenado el vacío de la lista de quehaceres por realizar. El lunes por fin no será el molesto día que todos odiaban. Es un lunes 7 de Julio que cargaba un peso importante de ilusión para todos nosotros, y quizás, para el destino de la humanidad. El año 2031 parecía por fin dar inicio a una nueva etapa, que probablemente, cambiaría la vida de muchas personas. Recuerdo que eran las 7:15 de la mañana por la hora marcada en el radio viejo de Wolf. El Club del Té recordaría enormemente, al incluirme yo por igual, la fecha que daría pie a una de muchas misiones por fin apoyadas en todo nombre de la palabra.

Una por alguien cuya virtud es el poseer de gran influencia y poder.

Aún no sé cómo reaccionar. Me siento eufórico. Por siempre grabaremos esta fecha tan importante en nuestros abrigos de cuero y en los descontinuados calendarios. El momento de contactar personalmente con un hombre de renombre en la política. Uno interesado en apoyar nuestra sociedad es inaudito.

The Last Sun In The World II: Hell (En pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora