Capítulo XVI. Las piezas se unen.

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— Allen Churchill —

¿Esto es real?

Sostuve sus manos con tanta firmeza. La coleta de su cabello acompañaba la inocencia en su rostro. Un acto muy puro inundado de franqueza. Esta danza magistral evocaba a la blanqueza de su alma. No quiero dejar de bailar. No quiero que esta magia se apague. No quiero verla llorar otra vez. No quiero que su corazón se amargue. Nuestro júbilo fue expresado con gritos de felicidad, también hubo una que otra carcajada al girar sobre nuestro propio eje, pero no hubo un mejor placer que me causara tanta satisfacción como este.

Casi no aprovecho el tiempo con mi amiga de la infancia. A mi ver, ella es como una hermana pequeña que no comparte un lazo sanguíneo. Le estimo mucho como para desperdiciar este encantador evento. Cuando menos lo espere, se volverá un recuerdo más. No habrá marcha atrás y el tiempo seguirá avanzando. Bien dicen por ahí que la juventud es un breve recorrido en tren. Uno que no se volverá a repetir porque los boletos son exclusivos para un solo viaje. Por eso trato de valorar los pequeños minutos que me encuentro con Mei, sin embargo, me entristece saber que no pude crecer con ella durante estos últimos años por culpa de aquella ley.

No había explicación como tal para describir el desborde de emociones que sentí en aquella danza espectacular. Mi cuerpo lo va a resentir y eso es algo seguro, porque física y mentalmente estoy exhausto. Es costumbre estar en este estado por las misiones, ya que en ellas se presentan emergencias que requieren de esfuerzo físico y fortaleza psicológica, pero este tipo de vivencias nunca imaginé disfrutarlas al máximo, y sobre todo, en conjunto con las generosas personas que habitan en este paraíso. Uno al que ahora denomino sin importar nada un hogar. Mis amigos son la familia que nunca esperaba tener, sin embargo, también son aquellos que siempre quise tener sin saberlo.

Las parejas volvían a encender el ambiente con los giros de sus caderas y las ondas que formaban en la arena. Borraron por un momento el color gris del mundo con el increíble ritmo de sus movimientos. Si me preguntan acerca de la idea de mi mejor amigo. La verdad en un primer pensamiento lo ví como algo meloso o muy tonto, pero creo firmemente en este instante que juzgué mal a mi compañero de grupo. Puesto que serán pocas coyunturas en donde la gente del campamento se reúna para convivir con tanta alegría y emoción. Momentos tan escasos que son opacados por la desgracia de saber que un día puede significar el último de cada uno de nosotros.

Pasaron unas horas, el sueño volvía para entorpecer los pasos de ambos, mientras que mis párpados se cerraban por segundos. Mis reacciones eran bruscas porque no quería ser tentado por el pesar del cansancio. Mei evidenció los hechos y comprendió que era necesario tomar un descanso. Yo me estaba cayendo del agotamiento de mi cuerpo. Había olvidado mis malestares por completo tras sujetar sus dedos con delicadeza, pero los recordé porque las rodillas me volvieron a doler. También sentía que mis hombros iban a caer con ayuda de un pequeño empujón. Mi pareja de baile me preguntó si todo estaba bien y yo le respondí que sí, ¿Por qué no iba a estarlo? Si me dediqué a remendar el tiempo perdido, después de todo, no fue una pésima idea danzar a la espera de la puesta de nuestra gran estrella que ilumina los horizontes con sus destellos, mientras, recorremos con los dedos y el talón las extensiones suaves de arena para finalmente respirar de forma ligera.

Las sombras de las personas se desvanecían en una marcha hacia sus cabañas. Se perdieron a la distancia como abejas regresando deprisa a sus colmenas. El lugar ya estaba casi vacío. El sonido de las diminutas corrientes del lago fueron los protagonistas del suceso. Unas que predominaba fervientemente en la tranquilidad de este ecosistema. Drake acompañó a Elisa a su casa para dejarla a salvo en su mesa de estar y para regresar un rato más. Obviamente para conversar un poco sobre la gran travesía que experimentamos tras poner un pie en la entrada de las majestuosas residencias Rosevelt.

The Last Sun In The World II: Hell (En pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora