Capítulo XV. Más que un encuentro.

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- Lee Mei -

Peace Hill. 4:30 a.m.

El ambiente era retraído. Me intenté desvanecer en las sábanas de mi cabaña, pero me desvelé esperando su llegada a las puertas del campamento. Conté las horas y minutos como ovejas en el sueño, mientras pensaba en la manera de recibirlo. ¿Un abrazo más? ¿Una comida caliente o no querrá el estofado? ¿Recoger el desastre de su humilde cabaña? ¿Qué debía hacer o qué le gustaría a él? Necesito encontrar algo que le haga sentirse bien. Suena egoísta y algo obsesivo, pero...

Quiero que tenga ojos solo para mí.

Marchó en el amanecer, sin embargo, sentí que pasó una eternidad en las horas. La ansiedad me incitaba a comerme las uñas, pero me dediqué a ayudar a las personas del refugio en lo que esperaba su regreso, principalmente a la señora Elisa, que en lo más profundo de su corazón se siente frío. Además que Daniel me ha ayudado bastante también. Él es un niño muy lindo a pesar de su corta edad. Me recuerda mucho a Allen cuando era pequeño. Daniel le da un aire cuando nos encontrábamos en aquella etapa llena de belleza e inocencia, por alguna extraña razón, me imagino a la versión más infantil de Allen reflejada en su figura. Sus ojos negros son un portal en el que viajo al pasado. Me hablan de aquel bello jardín donde contábamos secretos a las flores. Tal vez estoy muy sensible por lo que supe de mis padres, y necesito que alguien me mime como ellos lo hacían, sin embargo, no debo aprovecharme de Allen porque aún le domina la fatiga. Él todo el tiempo está entrenando y esforzándose por ser alguien relevante en el grupo.

Y sé que algún día lo será.

Debe estar agotado, fastidiado y desvelado por no conciliar el sueño como debería de ser. Hay momentos en los que sus ojos tienen bolsas y son acompañados por una mirada apagada, tal vez, necesite comer algo, quizás, tenga frío o haya atrapado un resfriado.

No importa lo que me imagine en mi cabeza, estoy preocupada por él y mis amigos. Charlotte me prometió cuidar bien de él, pero el miedo es persistente y me agobia no saber ni de sus luces. No quiero volver a perderlo. Me costó una década encontrarlo y ahora necesito que el destino no sea injusto conmigo.

De todas las cosas que he pedido a las pequeñas estrellas que trazan su trayecto en el gran cielo nocturno. Es aquella cosa que no deja de sacudir mi cabeza, y esa es el bienestar de Allen. Cuando ocurren estos avistamientos en la noche, siempre le pido a las pequeñas luces lejanas que él no deje de estar conmigo. Quiero estar cerca de él en todo momento y que permanezca junto a mí hasta morir. Suena idiota pedir a las estrellas que el chico que me gusta no me deje, y eso es algo muy tonto.

Pero...

Cuando miro sus ojos, me desvanezco en el viento y fluyo en su corriente. Considero que cada uno de nuestros encuentros son preciosos por más breves que sean estos. Cuando le veo pasar cerca de mí, me abrumo en aquello que siento locamente. Desde la vez que pude abrir las alas de mi corazón, divisé a Allen en la entrada del refugio.

Ahí estaba él, tan heroico y dedicado como siempre. Llevaba sobre sus hombros una mujer de una edad mayor a los cincuenta. La acostó en una camilla cuidando su cabeza y la recargó sobre una almohada. Sus demás extremidades las trató de acomodar en una posición más cómoda para la pobre mujer. La dejó descansar ahí, justo en el área donde se tratan los enfermos y los heridos. Por lo visto no podía caminar, pero no observé que estuviese grave. Solo contemplé a la mujer con la mirada cansada. Inundada en el sueño que genera recostarse en una nube que es tan suave con el algodón.

Los demás apoyaron a instalar a los nuevos supervivientes en las cabañas que apenas se construyeron. Solo ví a un chico y este tenía el cabello corto. Muy bien peinado cabe aclarar, también observé a su acompañante que era una joven muy guapa. Su pelo era más largo que el mío y estaba aún más alta que yo. Ambos parecían ser médicos o químicos. No tengo ni idea sobre cuál era su profesión, pero así se veían los dos. Lo digo por las batas que tenían bajo su cargo, además tenían esa pinta como de científicos de laboratorios o algo así. Parecían ser personas agradables y súper cordiales. Lo digo porque ambos se veían muy risueños.

The Last Sun In The World II: Hell (En pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora