Capítulo XVIII. Nuevos lienzos.

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— Alexandra —



¡Me siento una estúpida!

Soy una desgracia en vida. Soy la chica más cobarde del mundo. Odio esta faceta tan tímida de mí. Por eso mismo me encuentro vagando como espectro en esta mansión de perlas, porque no tengo la voluntad suficiente para pronunciar un simple "hola." Yo no quiero que las personas crean que el dinero me ha moldeado en una mujer interesada por el prestigio. No soy una ambiciosa ni una mujer que le tema a la pobreza material. No quiero ser una dama regida por la vanidad y el lujo desbordando en lo absurdo. Realmente sigo siendo la misma niña tímida de preescolar que se conforma con un helado de chocolate o con un cuaderno donde los dibujitos en crayón son presentes en cada hojeada, aunque no es que me disguste del todo vivir con esta timidez. El verdadero problema es que mi padre querrá que tenga amistades como las suyas y yo no quiero tener ese tipo de celebridades vacías del cascarón. Toda esa gentuza es un insulto a la amistad sincera y sin rencores. En el amor y la amistad nadie tiene que deberte nada ni reclamarte un afecto pendiente, al contrario, siempre te terminan entregando todo de sí mismos sin recibir nada a cambio. Como inicio de primavera, terminas feliz por tener a un lado tuyo a personas tan generosas como tus amigos, así como en las películas. Debe ser increíble tener unos grandes amigos...

Sin embargo, William cumple el papel de ser un gran amigo. Lo único que no me gusta es que es un hombre dispuesto a seguir al pie de la letra cada orden que le acata mi padre. Quiero amigos reales, no amistades superficiales llenas de falsedades endulzadas con joyería refinada en oro. No es que William sea una de esas gentes superficiales que tanto aborrezco. Es solo que nunca sé cuándo es por su voluntad que decide escucharme sin soltar cierta información a mi padre. Me da asco que los jovencitos de mi edad tengan la mente contaminada de hipocresía y egoísmo. El único brillo que puede verse son en el valor de sus collares, pendientes y ropajes de marca.

Odio aquellas conversaciones dignas de un cretino. Me recuerdan aquel bravucón sin cerebro de películas de Hollywood que babea por tener unos dólares en mano que anhelar a tener un buen amigo tendiéndole la mano, aunque la vida real suele superar con creces la ficción. Los amigos de Adam siempre conversan sobre quién compró el vino más caro o sobre quién ganó más dólares el año anterior, ¿Qué no existe un tema de conversación que no tenga que ver con el dinero? Estoy segura que esas amistades de mi padre desvanecerán como el polvo sino tuviéramos suficiente dinero y la relevancia que tenemos hoy en día, ¡Jamás! Y estoy casi segura, jamás nos darían los buenos días en la calle, o pasarían de largo sobre nosotros fingiendo en el fondo nunca habernos visto en su recorrido.

Aunque no debo de quejarme porque hace unos minutos me comporté como una de esas niñas mimadas de papi. La diferencia es que fue la timidez y la pena que me hicieron una mala jugada. Aquel gesto me hizo sentirme horrible. Me aterran los lugares repletos de personas o las personas en general. Tengo una gran dificultad para relacionarme con la gente. No me gusta estar envasada como sardina en espacios pequeños. Odio los espacios cerrados y la cantidad excesiva de personas. No tolero esas situaciones por eso me reservo a ir a las reuniones de mi padre o conocer gente que no tenga nada que ofrecerme más que presumir de sus bienes. Sé que terminaría aterrada del miedo si me encuentro con una multitud de personas tras de mí.

Me gustaría afrontar esas inseguridades muy pronto. Por eso deseo ser como la Luna- La Luna es muy linda y siento que tiene ese tenue brillo que a nadie deja por mal servido. Envidio cada vez que la veo alumbrar la noche en la forma de un círculo cándido brillante. Es la bombilla que da claridad cuando nuestra visión se encuentra navegando entre las oscuridades profundas. Me irradia pasión la vida nocturna y los secretos que se esconden en la mismísima noche cuando el Sol se esconde detrás de nosotros, además que puede andar por cualquier lugar del mundo sin que nada o nadie se lo prohíba. Es tan independiente, aunque está condicionada sólo a salir cuando el fuego deja de servir en el día, sin embargo, tiene toda la noche para lucir sin presión su belleza.

The Last Sun In The World II: Hell (En pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora