The Last Sun In The World II: Hell (En pausa)

Capítulo XIV. Como corderos. Parte II.

Zona del Este, Garden Street.

E.U.A. año 2031. 9:11 p.m.

Las bestias y sus colmillos me persiguieron con su insaciable gula. Me gruñeron para penetrar en mis temores. Estoy seguro que querían degollar mi garganta solo por ocio. Sus semblantes eran como los de un vil asesino. Su glotonería es muy terrible y digna de llamárseles bestias desalmadas. Nunca había sentido tanto pavor en mi vida. Nunca había contemplado la posibilidad de que, a falta de recursos se podrían comerse unos a otros para subsistir.

Pisaron duramente la media carretera o lo que quedaba de ella. Quebraron la tranquilidad con sus plantas del pie en el pavimento. Son unos sádicos por trotar descalzos de esa manera. Un zumbido llegó a mis auditivos, así como vibraciones sonoras de trompetas avisando del apocalipsis. El calzado no aguantaría resbalar entre el asfalto agujerado y mal reservado. Exhalar nunca se había vuelto un labor difícil, mientras que la parte de inhalar oxígeno se sentía peor que desencriptar archivos altamente custodiados.

¿Qué comen los niños? ¡Todos aquí son unos caníbales!

Por los cabellos de Einstein, si les dan de merienda extremidades cocinadas de su propia gente, ¿Quién niega que no se han comido a sus propios padres? No es parte de una costumbre trivial de una sociedad civilizada. Asesinaron a un sujeto que tal vez tenía una familia que alimentar, como un hijo, una esposa o una madre...

¿Hemos llegado hasta este nivel de desquicio?

¿Nos terminaremos asesinando unos a otros hasta al grado de comernos a nuestros prójimos?

Pensé que el anciano consumía carne de origen animal, y omití el hecho de que adoptara el comportamiento de un animal, ¡Que pesadilla! ¡Que pavor! No me gustaría que mis futuras semillas observen la nueva era de nuestra desdicha. Debí de suponerlo, no hay un espacio de flora o una reserva de fauna cercana a este páramo. Lo único que hay para alimentarse es la carne de... ¡Por la madre de Mendeleiev! ¿Todas las noches hacen esto? ¿El gobierno es el demonio? ¡Ustedes son los demonios!

"Los demás se sacrificaron para salvarnos de una catástrofe."

Me están tomando de irracional. Los han sacrificado para comérselos vivos. Para proclamarse los dueños de tierras olvidadas en cenizas...

Malditos humanos; hijos de la misma maldad, hermanos de la destrucción cuando se ha establecido su propia perdición. Seres mentirosos; ambiciosos adictos a su propia naturaleza de corrupción. Cómplices de sus "mentiras blancas" cuando hasta ellos mismos esconden la daga entre sus espaldas, mientras están ocultando su verdadera cara, y cuidando que el de su lado no saque primero sus garras.

Tiñen los cielos y pervierten el aire en una acumulación masiva de pólvora. Aun cuando un pobre masculino se retorcía haciendo antesala de la muerte, y seguramente, contaba sus últimos días de hospedaje en el planeta del que fue criado como un primogénito. Seres altamente capacitados para hacer infelices a los niños. Decapitando a sus padres y violando con satisfacción los derechos por los cuales lucharon sus madres. ¡Que terrible es la guerra! ¡Que terrible es el destino que nos ha tocado! ¡Maldito sea aquel que haya deseado el mal a su contrario! Nunca se había sufrido tanto desde la pesadilla que fue la segunda guerra mundial, pero que tercos fuimos. Nos conformamos con arrasar pueblos, ciudades y continentes.

Esta tercera guerra mundial fue el inicio de un escenario más problemático, ¿Qué evento tenemos que soportar para terminar aquello que nos resulta más trágico? ¡Por los lentes de Stephen Hawking!

¿Dónde ha quedado la solidaridad?

Miré a la noche y le pregunté el porqué de sus actitudes dementes. Me amedranté del panorama durante el oscurecimiento del cielo. Me estaban cazando como una presa. Ensancharon las fosas nasales como canes guardianes. Los incisivos los tenían tiznados del rojo más vivo, como aquellos cúmulos enrojecidos del día durante el paseo de nuestra estrella compuesta por hidrógeno y helio. Tenían entre los esmaltes pedazos de los tejidos musculares que se habían zampado del interfecto. Aquel que se había humedecido en un mar de arrebol hace unos momentos.