Capítulo II. Un sueño.

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— Wolf —


Quise recordar algo, pero una memoria difusa no me ayuda a rememorar siquiera mi propio nombre...

Quizás algún día vuelva a atrapar ese recuerdo que he olvidado en algún lugar de mi cabeza.

Será entonces que por fin podré sentir como el sueño estará por terminar, y así realmente sabré todo de mi pasado. El quién fui y de dónde vengo...

Por fin sabré quién es exactamente Wolf...

Al menos ese es mi propósito hasta que siga teniendo respiración y un pulso que se acelere por la más mínima pizca de miedo.

Seguiré buscando respuestas de aquel recuerdo que se vuelve efímero, mientras más se alejan los otoños y los inviernos tristes.

Que dudas me has dejado, mamá, o debería decir, Emilia. ¿Quién soy yo realmente, y por qué ocultarle a tu hijo su propia identidad? Mi mente se abruma porque solo sé que soy un experimento. Una creación vacía y sin descanso.

Soy el monstruo que has concebido no por el acto del parto ya que nunca nací de tu vientre. Todo fue obra de un proyecto en virtud de la ciencia. Nací de una cápsula brillante de color cielo. En un laboratorio subterráneo oculto entre las ruinas de lo que fue un día Garden Street. Así es mi nacimiento o por lo menos el nacimiento de Wolf.

Que egoísta acto. Kleyton fue tan sínico como para experimentar con un pobre huérfano de la guerra.

Mamá... Que mala fuiste conmigo. Decidiste irte justo en el momento que por fin conocería mi verdadero nombre. Bueno, fuiste tan mala que el secreto te lo has llevado hasta la tumba. Y lo peor de todo es que sé que no fue culpa tuya, pero debiste decírmelo antes de partir.

Recuerdo las tumbas de mis hermanitos y las luciérnagas cantar durante la visita de las estrellas, también lo difícil que fue para Charlotte y para mí cargar con sus pobres cuerpecillos. Y lo doloroso que fue despedirme de la única familia que en aquel entonces conocía.

El presente ha dejado atrás el pasado, pero cada uno mantiene heridas que no han sanado o cicatrices que no se han cerrado.

Ahora miro el bosque, aunque con los años las tumbas se perdieron, por alguna extraña razón una raíz decidió crecer con el pasar del tiempo. Formando los cimientos de lo que es hoy en día Peace Hill. El hogar que siempre quise tener con mis hermanitos, y el que muchos desafortunados como yo podrán disfrutar sin vivir el egoísmo humano. Sin pasar lo que yo alguna vez tuve que sufrir.

Parpadeaba para ayudar a abrir mis ojos poco a poco en lo que se aclaraba mi visión. Todo lo que observaba se encontraba indescriptible y difuminado. Al avizorar a todas direcciones, noté que me encontraba recostado en el suelo. No estaba en el campamento o al menos eso es lo que parecía.

La descripción del lugar no era clara. Predominaba en mayor medida la oscuridad que casi era imposible mirar mi propia sombra. Justo por debajo de mi barriga realizaba su recorrido una grisácea neblina similar a una nube teñida de una terrible tormenta. Es como si el espacio donde me encontraba fuere la absoluta nada.

Me levanté de ahí inmediatamente. Mi sorpresa fue enorme mientras observaba mi alrededor. No encontraba explicación alguna de lo que acontecía en mi desesperación por conocer el lugar donde me encontraba.

—¿Hay alguien aquí? —pregunté al silencio con el deseo de encontrar a alguien conocido.

Nadie respondió más que el mismo eco de mi propia voz.

Al darme cuenta que no estaba nadie conmigo me sentí perdido y casi que hundido en la soledad. No sabía en dónde estaba. No podía recordar nada. Lo último que llegaba a memorizar fue mi última localización conocida, y esa era el Edén; justo en el campamento. Mis piernas aún se mantenían reposando en una silla elaborada a partir de plásticos y metales. Con ayuda de una antorcha y un poco de tinta artesanal estaba preparando las próximas misiones que iba encomendar a mi equipo.

The Last Sun In The World II: Hell (En pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora