Capítulo XX. La reunión.

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Nuevos miembros se han unido a una travesía llena de calamidades. Desconocemos los resultados, sin embargo, estos pueden ser atroces, pero, confío en las capacidades de cada uno.

Mi instinto me lo dice y mis compañeros me lo afirman. Probablemente no exista ningún inconveniente que pueda perjudicar al campamento o al Club del té.

La hora de partir los ha alcanzado, pero están decididos a confrontar cualquier amenaza que intervenga con sus planes. Los nuevos están nerviosos, aunque se apegan a lo indicado sin ningún reproche.

El tiempo es limitado y pronto se avecinarán los cielos nocturnos e inundarán los paisajes con sus colores rojizos y oscuros. Últimamente no he detectado actividad por parte de los saqueadores, aunque no descarto que estén tramando algo entre manos. Estoy en mi cabaña repitiendo la rutina de cada noche antes de dar inicio a una nueva misión.

Abrir cada bolsillo y empacar en mi mochila una cantidad masiva de suministros, herramientas y vestiduras extra. Charlotte está igualmente concentrada en preparar sus cosas. Toma su Katana por si las cosas se vuelven feas, mientras yo resguardo mi espada, Pandora, en un cofre oculto de mi habitación porque la misión no requiere de su intervención.

Tomo mi arco para contrarrestar a mis enemigos sin necesidad de crear un corte en sus cuerpos. He descansado lo suficiente para llevar a cabo una misión de este calibre, aunque nos dividiremos en la vía que separa a Garden Street de Georgetown. Yo me las apañaré sin mi equipo y ellos sin mi instinto. Me vuelvo a posicionar delante del cristal que emite una imagen clara de nuestra realidad a través de un pequeño reflejo, así como verse en el lago del campamento.

—Últimamente te has vuelto muy obsesivo con eso. —señala el espejo con su índice—. ¿Por qué te gusta verte tanto en el espejo, Wolf? —pregunta mi compañera interrumpiendo mis pensamientos.

—Tal vez es vanidad. —formulo una mueca engreída.

—Lo dudo. Nunca te ha gustado arreglar tu imagen. —señala mi cabello despeinado.

—Tampoco es que sea un modelo para hacerlo diario, ¿Sabes? —reafirmo mi falta de cuidado.

—Nadie lo es, pero no te vendría mal un corte de cabello. —acaricia mis mechones con dulzura.

—¿Te cedo el honor, niña? —le guiño un ojo.

—Sería un placer arreglar el desastre de tu cabeza. ¿Sonará bien hacerlo tras regresar al campamento? —me incita a obedecer su sugerencia.

—Suena bien, señorita arregla desastres. —sonrío asintiendo con la cabeza.

Imitamos una pequeña sonrisa y nos miramos fijamente al iris. Ella siguió esbozando hilaridad a través de una gran mueca en su semblante, mientras empacaba todo para el nuevo viaje a Garden Street.

Ocurre un breve momento de silencio. El único sonido que se produce son los cierres de los bolsillos deslizarse rápidamente entre los dientes oxidados de aquellos bolsos arrugados y viejos.

—¿Tus sueños son agradables, Wolf? —pregunta con seriedad.

La pregunta amartilla mis oídos. Me enfría hasta las costillas por la simpleza de su cuestión. Se siente como un golpe que comprime los pulmones. La respuesta se niega a escapar de mis labios, así como si existiese timidez en ellos, y se congelaran al igual que el hielo.

—Sueño cosas extrañas, pero nada de qué preocuparse. —desvío la mirada de su rostro.

—Para mí, sí es preocupante. Siempre despiertas asustado. —contesta con el rostro doliente.

The Last Sun In The World II: Hell (En pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora