Capítulo uno: Un incidente muy oportuno

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Había decidido acompañar a mi tía a ver el Real Madrid y el FC Barcelona en el Santiago Bernabéu. Ella era del FC Barcelona y yo del Real Madrid e íbamos a pelear hasta la muerte con tal de que nuestro equipo favorito ganará, ya que si una de los dos equipos perdía, una tenía que pagar la cena o hacerla en casa sin ningún tipo de ayuda.

—El Madrid va a ganar, tía —le dije en el segundo tiempo.

—Pedri va a marcar y me vas a tener que hacer la cena está noche —me dijo y puse los ojos en blanco.

—Desde que se fue Messi, no valéis para nada —le dije y le saqué la lengua.

—Valemos mucho más.

—Os vamos a eliminar —le dije.

Miramos el partido por un gran rato y en el minuto ochenta y uno del partido, Benzema marcó.

—¡¡¡¡GOOOOOOOOOOOOOOOOL!!! —gritamos casi todo el estadio y vimos como Benzema lo celebraba y todo el equipo se le venía encima.

—Joe —murmuró mi tía.

—Chúpate esa, tía —le dije entre carcajadas.

—Gavi o Pedri van a marcar, hazme caso. Y para tu información, sobrinita, queda partido por delante.

—Ya, claro —le dije y le piqué el ojo.

Las gradas comenzamos a cantar el himno del Madrid y, toma, otro gol de Benzema.

—¡¡¡Goooooooooooooooooooooool!!! —gritamos a todo pulmón y las gradas nos levantamos, celebrándolo.

—Quedan tres minutos más prórroga —dijo mi tía.

—Deja de llorar. Ve preparando la pasta porque quiero un globo —le dije entre risas.

Retire la vista de la cara de mi tía y vi una botella de cerveza volando desde la grada y mi cabeza hizo a cámara lenta un ángulo y vi a un niño de unos ocho o nueve años de edad. La botella iba en esa dirección y el niño estaba entrando en el terreno de juego. Fui abrir la boca para gritar a todo pulmón entre tantos gritos de aficionados, pero en ese momento, la botella cayó en su cuello y el niño cayó al suelo junto a ella, rompiéndose en mil pedazos. Me alongue hacia adelante y bajé las escaleras como una loca.

—Un médico —gritaron y vi como todo el mundo bajaba hasta el final de las gradas y los paramédicos entraban.

Estaba tendido en el piso, sangrando y con un gran corte en la vena yugular.

Todos comenzaron a grabar a mi alrededor y salte la valla.

—No está respirando. La está presionando la tráquea —grité y los paramédicos me miraron.

—Sé perfectamente lo que hago, señorita —me gritó uno y los jugadores permanecían tras él.

—¡Es un niño! ¡Lo está matando!

—Sé perfectamente los primeros auxilios, señorita.

—No lo está haciendo bien —volví a gritar —. ¡No está respirando!

Los de seguridad me tomaron del brazo e intenté defenderme.

—¡Suéltala! —gritó Gavi.

Los de seguridad me soltaron y fui hasta el niño, le cogí la mano al paramédico y el niño respiró cuando subí la mano del paramédico. Todos me miraron con asombro y con interrogancía de una manera que me aterre.

—Gracias —me dijo Piqué y asentí con la cabeza.

Le levanté la camisa al niño, hasta la altura de las manchas de sangre palpadas en la tela de su camisa, y dejé ver dos heridas con dos cristales enterrados.

Amor de contrato #1 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora