Capítulo veinticinco: Patinaje en pareja

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—¿Cómo fue? —preguntó Gavi después de unos segundos.

—Bien —le respondí.

A veces había que renunciar a las personas que querías para que no se rompieran antes del acto tan doloroso.

—¿Juegas el sábado?

—Si —respondió —. ¿Vas a ir?

—¿Quieres que vayas?

—Sería un honor —dijo y nos miramos.

—Entonces, si llegó, iré.

Comenzamos a caminar de la mano.

—Se vale romperse, llorar, desesperarse y demás..., pero lo que no se vale es callarse y perderte en tus pensamientos —dijo y lo miré.

—¿Por qué?

—Porque estás pensando en el sábado. Estás pensando que si vas a llegar, Gala.

—Pues sí. ¿Acaso no puedo pensar en eso? Es que..., quizás no llegue al sábado. ¿No te has puesto a pensar en eso?

—Todo el tiempo pienso en eso, Gala.

—Pues por eso. Mentalmente, estoy preparada y no, pero al fin y al cabo, solo sentiré la punzada, el dolor en el pecho y el sudor corriendo por mi cara, cuerpo y puede que me falte el aire. Solo eso. Solo sentiré eso. Por lo menos me muero sintiendo algo, ¿no?

—¡Gala!

—Es que no sé que quieres que te diga. ¡No voy a tener un corazón nuevo! Puedo morirme dentro de diez minutos, porque cada corazón es un mundo, pero que tengas veintiocho días que se propaguen a un mes para la medicina, no te da la certeza de que vayas a vivir hasta el sábado. Gavi, estoy prácticamente muerta.

El móvil vibró y lo cogí en mi mano, viendo como Gavi se tragaba las palabras que iba a soltar de carrerilla.

Fernando: Me acaba de llegar el papel que me
libera de tener problemas penales,
por ocultación de información de una
paciente menor de edad. No era necesario,
Gala. Como te comenté, la medicina queda
cancelada una vez tú mueras.

Abrí el WhatsApp y escribí un mensaje.

Gala
Lo veía muy necesario para no perjudicarte.
Sabes perfectamente que el abogado de la
familia es uno de los mejores y que Gerard
Duperly haría lo imposible ante el colegió
de medicina.

—Aquí comenzó todo —dijo Gavi y me guardé el móvil.

—No, aquí comenzó nuestro amor de contrato —dije y me senté en la acera.

—Sí —me dijo —. Pero si te das cuenta, aquí comenzó todo y por lo que veo, aquí termina todo.

—¿Me estás dejando?

—Me estás dejando tú, Gala. No puedo soportar pensar que ya no te veré más. Y a pesar de todo, seguirás siendo el motivo de mi sonrisa. Te veré entrar en este cementerio, pero no volveré a verte salir, como hoy, y eso es toda una pesadilla de la cual jamás despertaré.

—Algún día tendría que morirme, Gavi.

—Pero ya no. ¿No te das cuenta?

—Lo sé, pero ¿qué hago? ¿Qué puedo hacer? Nada, Gavi. ¿Acaso crees que quiero morirme? ¿Acaso piensas que no quiero una vida normal como la que tiene otra adolescente?

—Sé que la quieres, Gala. Lo sé perfectamente.

—Pues ya está.

Nos quedamos en silencio y enterré mi cara entre mis manos, llorando en silencio a la misma vez que sentía la respiración de ambos.

Amor de contrato #1 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora