Capítulo doce: ¿Un último latido, mi lady?

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Después de hablar un buen rato con Gavi y sentirme en paz, entró mi tía y se puso a llorar de los nervios. Ni siquiera se acuerda de cómo llegó aquí cuando Gavi la llamó desde mi teléfono, asustado.

—Voy a revisarla, Beatriz —dijo Fernando y mi tía asintió, dándome un beso en la mejilla segundos después.

Mi tía salió de la habitación y Fernando ni siquiera podía mirarme a la cara.

—¿Estás enfadado? —le pregunté.

—¿Puede hacerse hacia adelante, señorita Ponce?

—Fernando...

—Doctor Ortega —dijo y clavó sus ojos en mí.

—¿Se puede saber que mierda te pasas?

—Solo quiero revisarla, señorita Ponce.

—¡Y una mierda! —grité.

—¿Quieres saber lo que me pasa? —me preguntó —. Me pasa que te da igual lo que te digo. Tu corazón no puede más. No puede recibir emociones fuertes, ni nervios y mucho menos resiste que te alteres, Gala. Te lo he dicho muchas veces, ¡tu corazón no puede más! ¡Tu corazón late, pero puede dejar de hacerlo en cualquier momento! Hoy has tenido un preinfarto, ligado a un infarto y ¿sabes lo que viene después? El infarto que te deja muerta en la camilla y con ese, tu corazón deja de latir para siempre, porque ya no podré revivirte con ningún masaje cardíaco ni con medicamento, ni siquiera con una jeringuilla que vaya directamente al corazón. Por Dios, ayúdame a tener tiempo para encontrarte un maldito corazón, Gala. Ayúdame.

—Lo siento, joder.

—¿Por qué te alteraste?

—Porque Gavi me llevó a la facultad de medicina, pero no me altere por ese detalle, me altere por lo que no puedo decir por qué no quiero que nadie se dé cuenta de que me estoy muriendo. Yo sé perfectamente que no voy a ir a la facultad de medicina, pero también sé que no iré a ninguna otra.

—Gala...

—No me alteraré más o por lo menos trataré de no hacerlo —le dije.

—Gala, tu corazón no funciona. Hoy está bien y mañana puede estar mal. Pasado mañana puedes correr un maratón, pero al siguiente no puedes ni respirar. Tu corazón no funciona como el de una persona normal.

—Que sí. Que lo entiendo —le dije.

Comenzó a revisarme y al respirar, solo me acordaba de Gavi.

—¿Mi corazón puede sentir? —le pregunté mientras se colgaba el estetoscopio en el cuello.

—¿Piensas que no?

—No lo sé —le dije.

—Pues claro que se puede sentir, Gala. Aún está vivo, ¿sabes? Y mientras estemos vivos, tenemos el derecho a sentir todo tipo de emociones.

—Vale, pero ¿me puedes dar el alta? No quiero estar un minuto más aquí. Por favor m, Fernando. Estoy bien y si sucede algo, te llamaré como siempre.

—¿Vas a estar tranquila?

—Sí.

—Voy a preparar el alta.

—Gracias —le dije y se marchó, haciendo pasar a Gavi.

Me incliné hacia adelante y apoyé mi cabeza en su hombro mientras me subía la cremallera de su chaqueta y su mano iba hasta mi abdomen. Cerré los ojos cuando apoyé la cabeza en su hombro y me quedé dormida al sentir paz y una completa tranquilidad mientras aspiraba su increíble olor. Sentí mi corazón mientras estaba completamente dormida y los dedos de Gavi acariciando mi mejilla. ¿Es que acaso me estaba enamorando de Pablo Gavi? Por Dios.

Amor de contrato #1 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora