Capítulo cuatro: Un corazón lleno de tormenta

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Caminamos un poco mientras estábamos en completo silencio y, cuando fuimos a hablar, ninguno de los dos hablamos y nos quedamos mirándonos como dos tontos.

—Solo necesito que finjas.

—Pero ¿por qué?

—Porque han puesto que soy un mujeriego y necesito que dejen de decir eso sobre mí, por favor. Ayúdame, son solo tres meses. Además, la culpa fue tuya, guapa.

—¿De verdad necesitas que la gente deje de decir que eres un mujeriego para que tú te sientas mejor?

—Es doloroso. Es muy doloroso sentir que no puedes hacer una vida normal porque siempre estás en el punto de mira, Gala. Necesito tu ayuda para que dejen de tratarme como si fuera un animal, incapaz de sentir nada por nadie. Por favor, ayúdame y sácame del lío en el cual me metiste por un beso.

—Todo por un beso... —dije y me senté en la acera.

—Todo por un beso —sentenció él, sentándose a mi lado.

—¿Puedo hacerte una pregunta antes de que comience toda esta locura? —le pregunté, mirando al frente y sintiendo su mirada.

—Dispara.

—¿Crees en el amor, Gavi? —le pregunté, sintiendo su respiración a mi lado.

—No —zanjó de inmediato.

—¿Por miedo a que te destruyan? —pregunté y negó con la cabeza, débilmente.

—Como dijo Jace Wayland, «Amar es destruir y ser amado es ser destruido».

Lo miré con intensidad y fruncí el ceño.

—El amor solo nos hace débiles e ignorantes, Gala. Amar es como estar en una cárcel, con la única diferencia que tu prisionero es tu corazón y tu mente te juega una mala pasada siempre.

—¿Por eso nunca te has enamorado? —le pregunté y asintió con la cabeza.

—¿Y tú? —me preguntó.

—Bueno, supongo que sí, pero no lo sé. Considero que todos alguna vez nos hemos enamorado de alguien, pero creo que amar, lo que es amar, creo que no. Siento que cada vez que confío en algún hombre, me van a hacer daño, como por ejemplo tú. Pero tienes razón, Gavi, yo te metí en este lío, y tengo que pagar mi condena, ¿no?

—¿Eso quiere decir que me vas a ayudar?

—¿Tengo otra opción, Gavi?

—No lo sé. Eres la dueña de tu vida y de tus decisiones.

—Somos novios para el mundo, pero tu abogado va a redactar otro contrato y lo firmaré.

—Vale, pero ¿cuándo empieza esta farsa?

Me levanté.

—Está farsa ya empezó hace días, mi amor —le dije —. Pero cuando firme el contrato, le damos tres meses hacia adelante.

—Tu novio juega el sábado en Barcelona.

—El lunes tengo examen.

—Gala...

—Ahí estaré —le dije y me fui a mi casa.

Me di una ducha y me senté en el suelo de la ducha, abrazándome a mí misma mientras el agua caía sobre mí, abrazándome de alguna manera tan efímera. Mi lugar seguro cuando las lágrimas abandonaban mis ojos e intentaba controlar los sollozos para que mi tía no se diera cuenta de que estaba rota. De que seguía rota a pesar de los años. No era para nada fuerte y los pensamientos me hacían querer morir de alguna manera tan dolorosa, pero era tan débil que solo me dedicaba a llorar hasta sentir que me asfixiaba con mis propias lágrimas.

Amor de contrato #1 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora