Capítulo 23

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MAÑANA SIGUIENTE: 

CASA DE MARTINA

-¡Maldita sea!-gritó Martina de nuevo mientras cerraba fuertemente la puerta de su refrigerador.

Estaba realmente furiosa, tan furiosa que podría matar a alguien, aunque no era ninguna asesina. Pero ese alguien tenía un nombre específico: Emilia. La maldita mujer había huido a mitad de la mañana dejándola en la cama sola y desnuda después de la noche anterior. Una noche que no había sido para nada como Martina lo había imaginado.

Martina maldijo de nuevo dejando una cerveza sobre la mesa de la cocina al ver el piso con vomito. La maldita mujer.

-Maldita sea-gritó de nuevo mientras se dirigía a tomar un poco de periódico para limpiar otra mancha que indicaba que lo que había pasado anoche no lo había soñado, pero hubiera preferido hacerlo.

Había estado limpiando su casa toda la madrugada. La casa que Emilia había arruinado porque se había presentado a su cita completamente borracha. Martina ni siquiera imaginada como se había levantado esa mañana.

La noche anterior había vomitado, se había desnudado y luego se había dormido con solo un par de besos que Martina se había atrevido a darle después de que la había ayudado a cepillarse los dientes. Esa mañana la lencería roja estaba tirada en su habitación, pero el abrigo de la noche anterior no estaba ni tampoco su bolso. Martina después de limpiar su casa aun desnuda había caído dormida en la cama prácticamente cuidándose de no caer al piso en la noche porque Emilia se había tomado toda la maldita cama para quedar inconsciente, aunque no había estado tan inconsciente para salir huyendo de la casa, lo que significaba que de alguna forma la había engañado.

-Esto no va a quedarse así-dijo Martina decidida hablándole a la nada-. Vas a pagar esto Emilia. No vas a engañarme de esa forma. No lo voy a tolerar y la venganza puede llegar a ser muy dulce-Martina sonrió tomando un sorbo de cerveza sin importarle que fueran apenas las ocho de la mañana. De alguna forma tenía que ahogar su frustración, y nada mejor que en algo que Emilia conocía muy bien, el alcohol-. Ni siquiera tomó tanto como la última vez-dijo Martina entre dientes antes de seguir tomando.

MIAMI, FLORIDA

PENTHOUSE DE ANGIE:

ANGIE'S POV

Las mañanas nunca han sido buenas para mí. No es que tenga un mal despertar, o eso quiero pensar. Es simplemente que no soy una buena "persona mañanera". No me gusta el concepto de levantarme y empezar el día, aunque una vez lo hago no hay quien me detenga. Cualquier día normal ya estaría en la ducha preparándome para empezar el día, tratando de hacer una taza de café decente para poder tener la suficiente fuerza para manejar hasta Starbucks y comprar un Muffin de chocolate y un Caramel Macchiato.

No podía cocinar mucho, así que no se esperaba gran cosa de mí por las mañanas. No necesitaba de mucho para empezar el día, aunque el olor a café recién hecho siempre podía levantarme así que cuando sentí ese olor maravilloso empecé a entreabrir los ojos sintiendo que mi mundo daba un poco de giros al hacerlo. Me sentía mal.

Una semana atrás había recibido a un paciente muy enfermo de un resfriado pero que no había querido perder su cita. Mi idea fue que, si él había sido lo suficientemente responsable de asistir a la cita a pesar de su salud, yo no era nadie para no atenderlo por el simple hecho de que él soltara gérmenes cada vez que abría la boca. Julieta lo había tratado de impedir, pero al final lo había atendido. El Señor Peterson era un ancianito adorable que algunas veces solo hacía cita conmigo por el simple hecho de tener con quien hablar.

Vivía en una Villa para adultos mayores en Miami Beach y era agradable. El pobre hombre estaba solo y entendía que hablar conmigo fuera lo más cercano que tenía a convivir con sus hijos. Unos hijos que lo habían abandonado a su suerte y que no lo visitaban. Era el concepto de soledad más triste que se puede manejar. Una falta de apego emocional con aquello que en algún momento creímos especiales. El Señor Peterson y yo teníamos muchas cosas en común. La primera coincidencia era que los dos vivíamos para el trabajo y la profesión. El Señor Peterson había sido uno de los psicólogos más reconocidos años atrás. Era maravillosamente inteligente y asertivo y yo disfrutaba nuestras conversaciones, aunque me podía ver en él como un reflejo.

The Sweetest Love ADAPTACIÓN (brangie) CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora