Mientras miraba al bosque detrás de su casa, su mente divagaba en lugares turbulentos. "Hoy pasó otra vez" pensó para sí mismo. Thomas había vuelto a arruinar su almuerzo en la escuela ese día. Se le había acercado con su pandilla y uno de ellos tiró su bebida sobre la mesa, afortunadamente su camisa se mantuvo sin manchas. Él decidió no hacer nada, no porque no quisiera, quería darles a todos esos chicos una buena tanda de golpes, siempre era lo mismo, pero sabía que no podría ganar esa pelea. Suspiró. Estaba cansado de esa situación, pero no podía hacer nada.
Su madre había vuelto a la base por una llamada de emergencia, su padre seguramente estaría allí, no en persona, por supuesto, pero tener que ver su cara a través de un monitor era martirio suficiente. Llamarlo "pesadilla" sería quedarse corto, "tortura" sería una palabra más adecuada. Todos los días debían levantarse temprano para entrenar y hacer carreras de obstáculos, él detestaba aquello, no porque fuera malo, lo detestaba porque nunca era suficiente. "¿Eso es todo?, puedes hacerlo mejor. Sé hombre", esos solían ser los sermones de su padre. Solamente ella había soportado la rutina.
Se preguntó dónde estaría y qué estaría haciendo. Nunca lo llamaba, aunque él dudaba que su padre siquiera lo permitiese, tal vez la mantenía ocupada con alguna rutina o ejercicio militar. Él presentía que ella ya lo había dejado atrás en muchas cosas, como el primer beso y la primera vez. Tal vez fuera el instinto o la intuición natural que ellos compartían, pero él sabía que ella ya no era tan inocente:
— Qué envidia – Dijo para sí mismo mientras seguía observando el bosque – Muchos aquí hubieran deseado estar contigo – Una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro.
En lo alto de la colina se asomaban las luces y los reflectores de la enorme mansión Lester: La casa de Thomas. Estaba dando una de sus "Fiestas Legendarias" y, por supuesto, él no estaba invitado. No le importaba, pero sí que le molestaba el hecho de tener luces neón en su ventana a media noche. Los reflectores siempre parecían apuntar en dirección a su cuarto y eso le dificultaba mucho poder dormir tranquilo cuando se hacía una fiesta, podía soportar la música, pero la luz le hacía imposible dormir. "Lo haces a propósito, Thomas" pensó.
En ese momento, comenzó a sonar Bones a todo volumen y la luz de los reflectores se hizo más intensa:
— Por lo menos es una buena canción – Dijo él para luego comenzar a cantar el estribillo – I-I-I got this feeling, yeah, you know. Where I'm losing all control. 'Cause there's magic in my bones.
Mientras la cantaba escuchó lo que parecía una explosión y alcanzó a vislumbrar un enorme resplandor en el cielo. Creyó que se trataba de un cohete de pirotecnia que habían lanzado para "animar" la fiesta, Thomas era esa clase de chico: Un rico mimado al que siempre le gustaba presumir. Cuando levantó la vista al cielo para observar la pirotecnia no encontró nada de eso. En cambio, logró vislumbrar una enorme bola de fuego que se precipitaba al suelo a una gran velocidad. La bola de fuego desapareció entre los árboles y lo siguiente que escuchó fue una explosión de gran magnitud:
— ¿Qué mierda? – Preguntó para sí mismo – ¿Qué fue eso?
Él estaba muy confundido por lo que acababa de presenciar. Primero creyó que tal vez se trataba de un meteorito. "No, dudo mucho que sea eso" pensó reprendiéndose así mismo. Su madre se lo dijo una vez:
— La probabilidad de que un meteorito gigante choque con la Tierra es de nueve millones a una – Le había dicho su madre cuando era pequeño.
— Eso no es un meteorito – Se dijo en voz alta – Pero entonces ¿Qué es? – Fue en ese momento que una idea absurda, que era alimentada por su aburrimiento, afloró en su cabeza.
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Algo de otro mundo a mi lado
Science FictionEsta es la historia de Rick, un adolescente que vive junto a su madre, Olivia, científica militar del ejército de los Estados Unidos. Una noche, cuando estaba solo en casa, se encuentra con Sheila, una extraterrestre que sobrevive a un accidente en...