Capítulo 39

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Rick, Olivia y Sheila se las habían arreglado para salir del ala este y llegar al ala oeste, pero toda la base estaba en alerta máxima. Los soldados se movían de un lado a otro como una jauría de lobos buscando a su presa, buscándolos a ellos. Olivia y Rick estaban cada vez más impacientes. Las heridas de Sheila, aunque eran superficiales, necesitaban un tratamiento mejor que pasar una gasa empapada con peróxido de hidrógeno. La parte final, y quizás la más importante, de todo el plan era el escape. Primero robarían un auto de uno de los hangares, Roxanne sería la conductora de fuga, mientras que Olivia hackearía el sistema para abrir las puertas. Sin embargo, la joven Myers todavía no llegaba:

— Maldición, Roxanne – Murmuró Rick – ¿Qué demonios están haciendo?

— Buena pregunta, hijo – Contestó Olivia. No tardaron en ver cómo llegaban ambos jóvenes corriendo. Thomas tenía la frente empapada en sudor y le faltaba el aire, pero Roxanne estaba como si nada – ¿Por qué tardaron tanto?

— Les explico en el camino – Dijo la chica para luego subirse al Jeep – Suban – Apremió la chica al volante.

— Mejor hagan lo que dice – Les dijo Fires por el comunicador.

Divisaron al general observándoles desde la puerta que daba al pasillo por donde se entraba a la base. El general se acercó a ellos y se le notaba la seriedad e inquietud en la mirada:

— Myers no tardará en venir aquí, así que mejor váyanse ya – Les advirtió el hombre para luego voltearse hacia Olivia y darle una pequeña caja. La mujer estaba sorprendida por aquello y no entendía nada – Olivia, conserva esto cerca, por favor – La mujer recibió la caja y al abrirla encontró un teléfono prepago, imposible de rastrear – Si necesitan ayuda, no duden en llamarme al número que está registrado ahí.

— Entiendo – Le dijo la mujer – Gracias, Henry – Le estrechó la mano y subieron al auto. Fires regresó al interior de la base y se preparó mentalmente para enfrentarse a Myers, al mismo tiempo que inventaba una excusa para explicar por qué no ayudó en la emergencia.

Thomas no tardó en hablarle a Sheila y preguntarle si estaba bien, pero cometió el error de tocarle el brazo. La chica inmediatamente se apartó, sintiendo un dolor tremendo en toda la zona donde Thomas puso la mano y aunque Rick le había prestado su abrigo para que cubriera mejor sus heridas, no sirvió de mucho. Olivia y Rick le explicaron a Thomas que Sheila tenía quemaduras superficiales en todo el cuerpo y que estaba muy sensible al tacto de cualquiera, ni siquiera Rick se animaba a tomarla de la mano.

El joven se disculpó y mientras Roxanne arrancaba el vehículo para irse, Olivia decidió preguntarles por la tardanza, pues era muy obvio que no habían abandonado la sala de controles cuando se les había dicho:

— ¿Por qué tardaron tanto? – Preguntó la madre.

— Thomas y yo terminábamos algo – Respondió Roxanne a secas mientras salía del hangar – Resulta que nosotros... – Un estruendo y la tremenda nube de polvo que le siguió hicieron callar a la chica.

El pesado vehículo se volcó sobre su lateral izquierdo y se arrastró un par de metros por el suelo. Fires regresó al hangar al escuchar la explosión y se percató de que el vehículo estaba volcado a pocos metros de la entrada del hangar. Fires notó que había un cráter de tamaño considerable en el suelo, junto a las huellas del Jeep. La onda expansiva de aquella explosión fue la causante del vuelco y Fires conocía muy bien las marcas que había en el suelo, pues sabía qué arma podía provocar marcas así: Un lanzagranadas.

El general sintió un sudor frío recorrer su espalda, al tiempo que los vellos de su nuca se erizaban:

— Oh, no – Gimoteó el hombre.

Algo de otro mundo a mi ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora