Capítulo 37

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Fires se dirigía hacia el hangar, pero decidió esperar un poco ¿La razón? Quería esperar a que Roxanne y Thomas desactivaran las cámaras de seguridad. No quería que el general Myers se diera cuenta de que algo andaba mal. Dejó que pasaran los minutos, treinta minutos, y decidió llamar a los chicos:

— Roxanne, Thomas ¿Desactivaron las cámaras? – Preguntó en voz baja.

— Hace rato – Respondió Roxanne – Creo que fue hace veinte minutos. Aislamos las cámaras y ahora solo nosotros podemos ver lo que pasa en la base, general – Explicó.

— Bien – Dijo el hombre – Iré a desactivar a los androides. Por cierto, Rick ¿Cómo dijiste que se activaba esta cosa? – Preguntó mirando la granada PEM.

— Debe tener un botón en la parte de arriba. Solo presione el botón y láncela – Le dijo el muchacho.

— Entiendo, gracias.

El hombre se dirigió al hangar donde se almacenaban los androides. No tardó mucho en llegar, se había asegurado de quedarse cerca para no tardar demasiado. Al entrar al hangar se dio cuenta de que estaba totalmente vacío. Myers mantenía el proyecto en absoluto secreto, por lo que no le sorprendió que no hubiera nadie. Además, era la hora del almuerzo y todos estaban tomando un descanso. "Supongo que calculamos bien el tiempo" pensó mientras encendía la granada.

Nada más presionó el botón, la granada PEM comenzó a brillar y a emitir una luz anaranjada. Fires hizo rodar la granada por el suelo en medio de todos los androides, se dio la vuelta y salió. Justo antes de que la puerta automática se cerrara escuchó la detonación. Un ruido que le hacía recordar al chispazo de un equipo que hace corto circuito.

Caminó varios metros antes de abrir la línea para informar de la situación:

— Listo. Los androides están desactivados – Informó el general Fires – Ahora depende de ustedes. Olivia, Rick.

— Entendido – Dijo la mujer.

Fires siguió caminando y se dirigió a otra zona de la base para continuar con sus tareas habituales.


*****


Olivia y Rick caminaron por los pasillos, esquivando a los soldados que pasaban. Los minutos fueron pasando y lento, pero seguro, se fueron acercando al ala médica. "La alarma no tardará en sonar. Una vez que la saquemos de ahí tendremos que ir a la salida de inmediato" pensó Rick. Caminaron otro poco hasta llegar al laboratorio. Lo primero que vieron fue a Sheila atada en una camilla y una doctora, claramente embarazada, a su lado con un bisturí. Rick intentó encontrar una solución que no implicara quitarse el desvanecedor, pero quizás por la ira que sentía, o quizás porque la ira no se lo permitía, entró de golpe a la sala, apagó su desvanecedor y apuntó a la mujer con la escopeta. Olivia no daba crédito a lo que veía y Sheila tampoco. Rick se aseguró de que el arma estuviera lista para disparar:

— Manos arriba, doctora – Le dijo con rabia. La mujer le hizo caso al muchacho, temiendo por la vida de su niña nonata.

— ¿Rick? – Preguntó Sheila.

— Hola, Sheila – Saludó el muchacho sin quitar la vista de la mujer.

— ¡Rick! ¿Qué demonios haces? – Le preguntó Olivia entrando a la sala con su desvanecedor apagado.

— ¿Rick? – Preguntó la doctora – ¡No puedo creerlo! ¡Mira que has crecido! – Rick la miró sin entender nada.

— ¿La conozco? – Preguntó el muchacho.

Algo de otro mundo a mi ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora