Capítulo 23: Un buen vino

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Él nunca había sido de vinos y aunque de joven nunca le gustaron, se había acabado acostumbrando al sabor después de tantos distinguidos eventos y fiestas a los que debía asistir. Pese a ello, no era ni mucho menos un experto en vinos.

Recorriendo la bodega tras la sonriente madre de Bakugo, Shoto observaba los barriles. A los laterales, las paredes estaban llenas de botellas que parecían estar aguardando su tiempo para ser consumidos.

— La vendimia no está lejos, supongo que os quedaréis a ella – comentó la mujer.

— No lo sé, la verdad. Las decisiones las toman su hijo y Midoriya. Yo sólo sigo las órdenes que me dan – sonrió Shoto.

— Hablaré con él, estoy segura de que nos ayudará con la vendimia. Imagino que nunca has estado en una.

— No, señora – susurró Shoto con educación.

— No me llames de señora, sólo tutéame. Vamos a elegir un buen vino para esta noche.

— ¡OH! Entonces creo que no soy el indicado – sonrió Shoto – no soy bueno para elegir vinos, todos me resultan iguales la verdad.

— Ven – sonrió la madre de Bakugo – te enseñaré un par de cosas de la bodega.

Ambos se acercaron a la mesa del fondo pero sólo Shoto se sentó mientras veía a la mujer sacar una de las botellas y mirarla.

— Éste es de la última cosecha, es un vino joven – comentó la mujer – así que para mi gusto, le falta madurar un poco más, sin embargo – buscó por la estantería – éste es un vino tinto de crianza. Tiene un envejecimiento de veinticuatro meses como mínimo y entre los seis y los doce estuvo en una barrica, en horizontal y sellado con corcho lejos de la luz y sin apenas oxígeno. Toma, pruébalo.

Con ambos sentados y la mujer volcando la botella en las copas para llenarlas, le ofreció una de ellas a Shoto.

— Dime qué te parece.

Shoto sonrió. No es que le gustase el vino y todos le habían parecido siempre iguales, pero por darle gusto a la mujer, tomó la copa entre sus dedos y dio un sorbo pequeño. Frunció el ceño. De todos los que había probado, sí tenía un toque diferente aunque no sabría decir qué era.

— Es... suave – susurró – y... quizá me sabe como a fruta, es raro – sonrió.

— Es afrutado. Un Syrah, fresas y frutas del bosque. Últimamente mucha gente busca vinos afrutados así que plantamos algunas vides más especializadas para esto. No vendemos demasiadas botellas, sólo tenemos unas sesenta hectáreas, pero tenemos suerte de que los restaurantes cercanos nos compren las botellas. Alguna vez, algunos grandes restaurantes de Tokio también nos compran algo.

— Éste me gusta – susurró Shoto – y es raro que yo diga algo así, ya te he dicho que no me gustan demasiados los vinos.

— Quizá es que eres más de vinos blancos.

— De esos pruebo pocos – sonrió Shoto – mi padre es un forofo de los vinos tintos.

— A Bakugo le gusta mucho el vino blanco – le guiñó el ojo la mujer volviendo a la estantería para buscar entre las botellas uno muy concreto –. Prueba éste. Es el favorito de mi hijo. De adolescente, cuando vendimiaba con nosotros, le encantaba preparar este vino.

Cambiando la copa, volvió a verter el vino en ellas, esta vez un vino blanco de un color casi dorado precioso. Bakugo, que bajaba en ese momento buscando a su madre, se quedó estático en los últimos peldaños al verles llevarse tan bien mientras probaban vinos.

Yakuza (Boku no hero: Shoto-Bakugo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora