Capítulo 6: Velatorio

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Bakugo no perdía de vista ni por un segundo a Shoto. Empujando su silla de ruedas por el lugar, esperaba en silencio mientras los invitados le daban el pésame. ¡Se había vuelto algo más diplomático y cortés! Seguramente su esposa le había ayudado en el tema social, porque todavía recordaba al Shoto del instituto. Las relaciones sociales no era algo que se le diera bien.

Desde la posición en la que se encontraba, Bakugo sólo podía observar el cabello de Shoto y, de vez en cuando, algún perfil de su rostro cuando se giraba. Desde que salieron de casa, no le vio sonreír ni una vez. Su respiración era profunda y ver cómo resbalaba alguna gota de sudor por su nuca le hacía entender que lo estaba pasando mal. Estaba demasiado herido para estar allí y el chaleco antibalas que camuflaba bajo su traje no le ayudaba a respirar bien. Apretaba sus costillas heridas.

Le dolía verle sufrir. La gente, en cambio, no se daba cuenta de esos pequeños detalles de los que él sí era consciente. Shoto no solía hablar de los problemas, era difícil sacarle lo que ocurría o lo que pensaba, pero si te fijabas con atención, sus gestos y su cuerpo indicaban todo lo que necesitabas saber de él. Cuatro años de relación con él dieron mucho tiempo para entender su carácter.

Por un instante, recordó el momento de la corbata. ¡Estuvo a punto de besarle! Pero se contuvo y se alejó de él. Estaba seguro de que los dos habían sentido el mismo deseo, pero simplemente no podía ser. Los recuerdos de su relación debían quedarse donde estaban, en recuerdos.

En la sala principal donde estaban, Bakugo echó una mirada rápida a la seguridad del recinto. Estaban haciendo un buen trabajo, registrando a todo el que entraba en el edificio y dando vueltas por la zona cubriendo a Shoto Todoroki, permaneciendo atentos a cualquier movimiento sospechoso. Las ventanas habían sido cerradas para evitar disparos desde el exterior. Todo parecía ir bien.

Bakugo agachó la mirada hacia la mano de Shoto sobre su muslo. Apretaba los dedos formando un puño. ¡Dolor! Esperó un poco mientras Shoto conversaba con la pareja frente a ellos que le daba el pésame y en cuanto se alejaron, Bakugo movió la silla en dirección a la sala contigua.

— ¿Bakugo? – preguntó Shoto al ver que salían de la sala principal.

— Cállate, me agradecerás esto luego.

Dos de los guardias abrieron las puertas y las cerraron tras ellos ofreciéndoles un poco de espacio. Shoto miró el lugar. Era una sala de estar pequeña y, al igual que todo el recinto, las ventanas estaban cerradas y gruesas marquesinas de maderas creaban seguridad en el interior. Bakugo encendió la luz y rodeó la silla de ruedas para observar a Shoto. Respiraba con dificultad.

— Voy a abrirte esto un poco y dejar que respires – susurró Bakugo antes de llevar las manos hacia la elegante chaqueta de Shoto.

— Estoy bien.

Shoto había detenido sus manos con la única suya que podía mover. ¡Era cabezón! Siempre lo fue, pero no era el momento para estar pensando en fingir estar en plenas condiciones. Bakugo miró el cabestrillo de su otro brazo y esquivando su mano, se aseguró de que estaba bien sujeto.

— Permíteme abrir un poco el chaleco. Sólo lo aflojaré para que puedas respirar unos minutos y luego, te prometo que volvemos ahí dentro.

— Vale.

Su respiración era rápida y cargada de agonía. Le costaba mantenerla regular y más parecía que se ahogaba a cada bocanada que tomaba. En cuanto Bakugo abrió un poco los botones de la camisa y aflojó de un lateral el chaleco, Shoto suspiró aliviado.

— Ya está. Respira – susurró Bakugo –. Duele, ¿eh? Las fracturas de costillas son jodidas para sanar. Vas a necesitar mucho reposo y evitar oprimirlas.

Yakuza (Boku no hero: Shoto-Bakugo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora