Capítulo 34: La élite

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Dicen que en el último instante de tu vida, puedes ver tu vida pasar ante tus ojos, pero aquello no fue lo que Shoto vio. Lo único que veían sus ojos era el cañón de la pistola apuntándole directamente a la cara.

Encima del altar, dispuesto a casarse con alguien a quien no amaba y creyéndose a salvo entre amigos de la infancia, nunca imaginó que al mirar a su futura esposa, vería el cañón de la pistola del padrino de esta: Neito Monoma. Sin duda alguna no era un error, ni nada semejante, aquello estaba planeado a conciencia.

¡Un idiota! Se sentía así, como un auténtico idiota que no pudo darse cuenta de lo que ocurría. ¿La vida ante tus ojos? ¡Ni por asomo! Lo único que Shoto veía era el cañón de la pistola y lo que pensaba... en su hija a su espalda agarrada a sus piernas y escondiendo la cabeza entre ellas completamente asustada.

Una cosa tenía muy clara Shoto: de allí nadie saldría con vida. Al menos no de su familia. Su padre... su hermano mayor y su familia, su hija... ellos acabarían con todo el linaje para evitar que pudiera haber represalias contra ellos y así, hacerse con sus territorios. Se habían confiado y, aun así, en esos instantes donde debía estar aterrado, lo único que le asustaba de verdad era la vida de su hija.

Shoto se negó a cerrar los ojos frente al que una vez fue su amigo y ahora, quería destruirle. No pensaba cerrarlos, quería que ese chico siempre recordase ese día, que le viera en sus peores pesadillas y que sus mejores sueños se convirtieran en un infierno después de eso, porque si había una vida detrás de la muerte, él se vengaría de todos ellos.

Cuando el disparo se escuchó, la sangre brotó abruptamente salpicando el rostro de Shoto antes de que éste, sorprendido por el impacto y la cercanía, viera el cuerpo de Monoma desplomarse frente a él mientras su hermana, con vestido de novia ahora manchado en sangre, corría hacia una de las salidas de atrás.

¡Estático! Así se quedó Shoto frente a todos. Completamente estático antes de darse cuenta de que debía ponerse a cubierto.

Tomando a la niña en brazos con rapidez, el único lugar fuera del alcance de las armas que ahora sacaban ambas familias, fue detrás del altar. Se sentó allí, con la niña sobre su pecho y le escondió el rostro para evitar que viera todo aquello. ¡Esa boda era un desastre! Pero al menos, por una parte, ahora sabía quién había intentado matarle y desde luego, no iba a casarse.

Por el espejo frente a él, vio a un hombre trajeado acercarse hacia el altar. Iba con la pistola en mano pero incluso antes de que pudiera acercarse a ellos, otro disparo lo derribó. Sin duda alguna, había un francotirador allí y en su familia, no había ninguno. De eso estaba seguro.

— ¿Katsu? – casi preguntó para sí mismo mirando el espejo para intentar adivinar dónde podía estar. Bakugo Katsuki era el único francotirador que él conocía pero... que él estuviera allí sólo significaba que la policía de élite estaba en el lugar.

Su hipótesis era correcta cuando vio a la policía entrar y empezar a limpiar el lugar obligando a todos los presentes a depositar las armas en el suelo para sacar a los civiles.

— Ey... ¿estáis bien?

La dulce voz de Izuku, eso fue lo que pensó Shoto al girarse a su derecha y verle acuclillado junto a él con una sonrisa tranquilizadora.

— Ven, vamos, os voy a sacar de aquí.

Vestido con todo el uniforme de la policía de élite y el chaleco antibalas bajo él, Izuku tenía el rifle de asalto a su espalda y le tendía la mano para ayudarle a levantarse. Era inesperado encontrarle allí pero también un alivio en cierta manera. Katsumi no tardó apenas tiempo en reconocer su voz y apartar su rostro del pecho de su padre para mirar la sonrisa de Izuku y sonreír ella también.

Yakuza (Boku no hero: Shoto-Bakugo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora