El callejón

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Estaba asustada por la persecución donde era protagonista y causante de la misma, pues los mafiosos apenas la habían perdido de vista y pudo seguir adelante; escapó gracias a que llegó la noche; sin embargo, comenzó a preocuparse porqué estaba en una zona desconocida, no eran los rumbos de la ciudad que ella solía conocer. El suelo estaba mojado por la llovizna que hubo unos minutos atrás, por lo tanto, hacía frío. No recordaba que hubiese llovido mientras corría para perderse de vista de los hombres armados, pero, creyó que su ropa estaba mojada de sudor y no de agua por la llovizna.

Observaba el gas caliente que salía de las alcantarillas, la arquitectura colonial de las calles, sus edificios y sus caminos. El alumbrado público no funcionaba y algunas luces parpadeaban sin cesar. Tenía miedo porqué la calle estaba muy sola; giró por un callejón en medio de la oscuridad, qué era acompañada por el sonido de sus pasos chapoteando el agua del suelo. Estar sola en medio de la nada la volvía paranoica, ya que temía hasta de su propia sombra. Se abrazó a si misma de los brazos y comenzó a frotarlos con sus manos pues tenía mucho frío y no llevaba abrigo.

No se le pasaba por la cabeza llamar a alguien, sólo caminaba intentando regresar a casa. Sabía que su casa se encontraba demasiado lejos; era de noche y temía no volver por la inseguridad que reinaba en la ciudad, ahora le daba más miedo las personas que las sobras que veía en la calle desplazarse de un lado a otro. Dio vuelta por otro callejón y escuchó qué alguien dijo su nombre. Asustada se giró y vio a dos hombres ir en su dirección con prisa, ya estaba cansada de tanto correr y vencida, por lo tanto, caminó sin mirar atrás. Se asustó repentinamente, porque su móvil comenzó a sonar y vibrar dentro del bolsillo de su pantalón. Lo sacó de su bolsillo y vio que se trataba de Akira y sin dudar, atendió la llamada.

¡No corras! — Dijo Akira desde el otro lado de la línea.

Giró la cabeza y se detuvo al mirar que aquellos hombres que la seguían eran Akira e Isaac. El amigo de Akira la alcanzó y al tenerla de frente, la tomó de los hombros con preocupación.

— ¿Dónde has estado? ¡Hemos estado preocupados por ti! ¡Te buscamos por todas partes!

— Me perdí —, mintió.

No les diría que fue perseguida por Yakuzas.

— ¿Por qué no llamaste?

— Lo olvidé. «Es verdad.»

La tomó por sorpresa la forma que Isaac la abrazó. Él le gustaba mucho antes que Aram apareciera en su vida, más nunca espero que en ese instante Isaac fuese a tratarla de esa manera. Su aroma le invadió la nariz. Olía demasiado bien. Sintió el calor que le brindó aquel abrazo, la delicadeza con la cual Isaac le abrazaba; por un momento quiso llorar porque sabía que ella no era de su agrado. Akira, que yacía detrás de su amigo, lo jaló.

— Ya no iras sola a ninguna parte. — dijo con seriedad. — Vámonos...

La joven, tomó a Akira de la mano, ya que lo admiraba como un hermano mayor. Él como todo un caballero, le cobijó con su chamarra blanca con rayas negras en los brazos.

— ¡No vuelvas asustarme así! — Bramó Akira.

Crónicas de un soñador II ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora