Pizza, mar y Belial

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Olía el mar salado y podía escuchar el sonido de las olas romper fuertemente a unos metros de distancia. Kate estaba a su lado. Iban tomadas de la mano esquivando gente que llevaban trozos de pizza en sus manos. Su estómago rugió al instante, le gustaba mucho la comida a pesar que a todo el mundo le demostraba lo contrario, la pizza olía delicioso y su cuerpo siempre reaccionaba de esa manera, por lo tanto, puso su mano en el estómago y se quejó con su acompañante.

— Estoy muy cansada ¿Segura que él está aquí?

— Sí. —, respondió Kate guiando sus pasos, lo buscaba entre la multitud.

— Quiero comer algo.

— Está bien. —, contestó la rubia. Estaba dándose por vencida. — Ve comer algo y te veré aquí en media hora, yo seguiré buscándolo.

— Gracias, Kate. — Kate le sonrió y ambas caminaron por diferentes direcciones.

Caminó por un enorme terreno lleno de pasto verde y caminos con piedras como decoración. Había pilares que daban el aspecto de estar en un lugar de la antigua Grecia. Aunque nunca vio algo parecido a un templo, luego, se perdió entre una enorme entrada que parecía una cueva; sin embargo, al entrar pudo ver que había mucha gente y un restaurant buffet dónde se podía apreciar una espectacular vista al mar. Se acercó lo suficiente hacia la orilla y se dio cuenta que estaba en un acantilado subterráneo. Hizo fila para poder tomar un plato y comer trozos de pizza. Había mucha comida mediterránea, aunque, ella quería comer pizza porqué fue la comida que le detonó el hambre.

Después de esperar en aquella fila — que parecía interminable — la marea comenzó a subir. Se dio cuenta de eso porqué las personas que estaban disfrutando de sus platillos, empezaron a recorrerse y a subir las escaleras que daban a esa parte del acantilado techado con piedra. Parecía que estaba dentro de una cueva enorme que fue perforada. Cuándo por fin fue su turno en la fila, tomó tres trozos de pizza y corrió a sentarse a los escalones, ya que las sillas y las mesas habían desaparecido a causa de las enormes olas que chocaban en la cima. Las gotas de agua salada le mojaban los pies y sus sandalias. Había tanta gente, que no pudo salir de ahí por un buen rato, y se esmeró en comer sus trozos de pizza en aquellas escaleras de piedra que estaban completamente empapadas de agua salada.

— Ya quiero irme de aquí — habló para si misma.

— Vayámonos —, levantó la cabeza al escuchar esa voz. Era de aquella persona que llevaba todo el día buscando junto con Kate.

— ¿Dónde estabas?

— Perdido — Belial le sonrió.

— ¿Qué te pasó? — preguntó al mirar que a Belial le faltaba lo más importante en su vida.

— Una caída forzosa — dijo indiferente, le sonrió de medio lado y extendió su mano. — Hay que buscar a Kate. — Le tomó de la mano y al estar de pie, Belial aprovechó para robarle un trozo de pizza. Lo vio desafiante, pero aquel hombre se veía muy hambriento.

Subieron por las escaleras esquivaron gente y esperaron a Kate dónde le había indicado; mientras tanto, Belial seguía robando comida a las personas que pasaban por su lado sin que ellas se percatarán. Estaba impresionada por la actitud tan inusual del mayor.

Ya casi anochecía, y Lyla no recordaba cuantas horas llevaban buscándolo.

— Quiero pedirte algo — comentó un poco ansiosa.

— ¿Qué pasa?

— ¿Me enseñarías a pelear? — Belial dejo la mitad del trozo de una pizza con pepperoni en su boca. Abrió los ojos tan grandes delatando sorpresa.

— ¿Pelear? —, cuestionó —¿Para qué quieres pelear?

— Porque no sé... y tú sí. Quiero defenderme.

— ¿A cambio de qué?

— De nada. — se encogió de hombros. — Nadie quiere enseñarme.

— ¿Y crees que yo sí? — Belial se metió el trozo de pizza a la boca.

Afirmó con la cabeza. Estaba tambaleándose, y eso siempre le pasaba cuando quería decir algo y tenía miedo de la respuesta, pero, Belial se había convertido en alguien especial para ella. No estaba enamorada de él. Sentía que su amor por él era fraternal, no tenía deseo hacia él, ni siquiera le atraía físicamente, aunque sabía que era muy guapo y le encantaba su hermosa sonrisa traviesa que provocaba que sus ojos verde miel se hicieran pequeños. Y podía seguir describiendo cada detalla de su cuerpo físico y su esencia como humano, porqué lo admiraba. Lo único que quería era abrazarlo muy fuerte en ese momento; y así lo hizo cuando el mayor terminó de comer la mitad de una manzana que había robado de una persona sin que se diera cuenta.

— Te quiero, Belial — el mayor recibió su abrazo.

— También te quiero — contestó mientras acariciaba la cabeza. — Y si piensas que con esas palabras te enseñaré a pelear...Lo tendré que pensar mucho. — Comenzó a reír mientras levantaba la cabeza para verlo un poco.

— ¡No es por eso! —, rezongó— Me vas a enseñar a pelear.

— Claro — Belial sonrió. — Ahí viene Kate.

Crónicas de un soñador II ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora