Asesina

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Asesina

Escapaba de un enorme cocodrilo; aquel animal no era común. Ese lagarto era muy grande y hablaba y eso la asustaba. El cocodrilo le decía pasajes de su vida actual.

—No deberías temer. Muy pronto te descontrolarás y te convertirás en la asesina que muchos queremos que seas.

—¡Cállate! —Lyla saltó hacía un colchón que había en el lago donde ahora se encontraba. No tenía idea de cómo había llegado a un lago que era adornado por colchones de colores: rojo, azul, verde y amarillo. Aunque desde su llegada, ese cocodrilo parlanchín la había recibido.

La fémina por otro lado, debía llegar con su hermano menor, él la esperaba en el refugio junto con un amigo, una prima y otras dos personas.

—¿Te da miedo? —dijo el lagarto—¿ Por qué sentir miedo de tu propia naturaleza? Lo que tu padre y tú son es digno de ser un asesino. Él nunca te ha dicho de lo que es capaz de hacer. No es tan bueno como piensas.

La joven saltó hacia otro colchón y recorrió uno por uno hasta llegar a la orilla. Sacó su arma del bolsillo de su sudadera y le disparó al cocodrilo que reía a carcajadas. Agitada y asustada se dejó caer de rodillas, tomó aire unos minutos y después se levantó para seguir su camino rumbo al cementerio dónde la esperaban.

***

Disparó. En la supervivencia no debía dejar que alguien más le robará sus provisiones. Le dio directamente en la frente; era un señor que cayó muerto al instante. Mataba a cada ser humano que se cruzara en su camino, no importaba la edad. Debía matar. Sus ojos estaban grises cómo si estuviera ciega.

Llegó al refugio, su hermano corrió a recibirla y al ver que su ropa tenía salpicaduras de sangre, dudó en acercarse.

—¿Qué pasó? —preguntó.

—Nada—, dijo con frialdad. —Se atravesaron en mi camino. —Se reunió con su hermano y le dio las provisiones. Caminaron a dónde estaba su grupo.

—Debemos movernos—, habló. —Esas cosas están invadiendo la zona. Vi un lugar seguro a cinco kilómetros.

Agarraron lo indispensable del pequeño cuarto y todos anduvieron atentos al camino. Seguían siendo pocas personas, ella y su amigo iban al frente.

—¿Sabes noticias de Gabriel?

—No...y no me interesa.

—Necesitas alimentarte.

—Así estoy bien. —Se toparon más personas en el trayecto y la fémina no dudó en volver a disparar; sus ojos volvieron a perder vida y su hermano y amigo, corrieron a detenerla; estaba a punto de disparare a un niño por lo menos de siete años de edad.

—¡Lyla no! —, gritó su hermano.

—¡Es un niño! —Su amigo se puso frente a ella.

—Quítate—, el tono de voz de Lyla era despiadado, aventó a un lado a su amigo y disparó. Aquel disparo hizo eco en la ciudad abandonada. La joven miró a su hermano y le apuntó en la cabeza.

—¡Ya fue suficiente! —Terry aterrado, se percató que los ojos de su hermana volvían a la vida, vio aparte que unas lágrimas salieron de sus ojos y comenzaron a correr por sus mejillas como cascadas.

Lyla tiró el arma al suelo. Recordó todo lo que había hecho, pero estaba consciente que lo hacía porqué algo le había hecho el cocodrilo, ese animal parlante la controlaba. Se giró llorando.

Era su amado Aram el que había gritado. No corrió hasta él porqué su instinto le decía que ahora ella debía correr por su vida. Los ojos de Aram eran plateados, los mismos ojos que la aterraron meses atrás.

Crónicas de un soñador II ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora